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La "huelga de masas" hoy y mañanaAnonyme, Viernes, Marzo 18, 2011 - 08:52 (Analyses | Economy | Imperialism | Politiques & classes sociales | Poverty | Repression | Resistance & Activism | Syndicats/Unions - Travail/Labor) Es notable también en las luchas actuales que el descontento y la combatividad no dejan de crecer. La acción de las fuerzas policíacas del Estado capitalista, cuyo objetivo es “disuadir”, es decir, aterrorizar y reprimir las luchas, en diferentes ocasiones se ha convertido en lo contrario: en un acicate para que los proletarios salgan a la calle a protestar masivamente contra los gobiernos. Huelgas económicas y políticas, huelgas de masas y huelgas parciales, huelgas de demostración o de combate, huelgas generales que afectan a sectores particulares o a ciudades enteras, luchas reivindicativas pacíficas o batallas callejeras, combates de barricada: todas estas formas de lucha se entrecruzan o se rozan, se atraviesan o desbordan una sobre la otra; es un océano de fenómenos eternamente nuevos y fluctuantes. Y la ley del movimiento de esos fenómenos aparece claramente: no reside en la huelga de masas en sí misma, en sus particularidades técnicas, sino en la relación de las fuerzas políticas y sociales de la revolución. (Rosa Luxemburg.- Huelga de masas, partido y sindicatos. Cap. IV. 1906). La situación mundial actual evoca el análisis que hacía Rosa Luxemburg sobre la “huelga de masas” en el periodo de la revolución rusa de 1905. Evidentemente, no estamos a las puertas de la revolución. Pero las luchas proletarias se multiplican por todo el mundo, ya sea en los países del “centro” o de la “periferia” del capitalismo, y toman las más diversas formas: ya sea huelgas aisladas o de un sector completo de la economía; ya sea de paros generales que afectan una ciudad o el país entero; ya sea de huelgas espontáneas (sin preaviso sindical) llamadas "salvajes" o de huelgas de larga duración en las que las grandes centrales sindicales tienen cada vez más dificultades para controlar; ya sea de manifestaciones de la juventud proletaria estudiantil cuyas perspectivas de porvenir se hunden, o de manifestaciones de trabajadores del sector público y de las grandes industrias que ven empeorarse sus condiciones de vida. En más de una ocasión las luchas de resistencia “económicas”, se transforman en luchas “políticas” enfocadas contra el gobierno o al menos contra las figuras más representativas de los intereses del capital (si bien, evidentemente, estas luchas políticas son aún retomadas, controladas y dirigidas por las fuerzas de “izquierda” del mismo capital)... Luchas que, además de presentarse cada vez más de manera simultánea, llevan consigo una fuerte tendencia a extenderse, a buscar la solidaridad, y asimismo, a tornarse cada vez más decididas y combativas1. Y las condiciones que han creado este ambiente de lucha no son momentáneas: la continuación del hundimiento del capitalismo en la peor crisis de su historia permiten prever un periodo de larga duración, de varios años, de esta tendencia al ascenso de la lucha de clase del proletariado, una verdadera “huelga de masas” internacional. Ciertamente, todas las luchas del proletariado enfrentan, en cada país, y cada vez con más dureza, las diversas capas de obstáculos que les opone el Estado capitalista. En primer lugar los sindicatos; por el momento, como en Francia o España, la mayoría de los paros o jornadas de lucha nacionales son organizados por las grandes sindicales a modo de desfogar el descontento creciente de los trabajadores y al mismo tiempo de contener éste en un marco que no frene realmente los ataques del capital contra sus condiciones de vida. Sin embargo, estas jornadas no dejan de ser una expresión del ascenso del descontento y la combatividad proletarias y de la necesidad que tiene la burguesía de anticiparse a explosiones espontáneas y fuera de su control. Además, el proletariado empieza a reconocerse como clase, a sentir la necesidad de saltar las barreras corporativistas en que le encierra los sindicatos, a buscar la solidaridad y a darse cuenta de la necesidad de tomar el control de sus luchas por encima de los sindicatos. Enseguida, vienen los partidos políticos del capital, especialmente los partidos y demás organizaciones de la “izquierda del capital”. Como lo vimos en Grecia desde principios del año pasado, y como lo vemos ahora en Túnez, el descontento del proletariado (y de las otras clases explotadas) puede estallar, en cualquier momento, en algún país; para lo cual basta una chispa más de injusticia (el asesinato de un joven a manos de la policía, el aumento de precios de los productos de primera necesidad...), para que desemboque en una situación de manifestaciones espontáneas y de revuelta generalizada que llegan a enfrentamientos abiertos con las fuerzas represivas del Estado. Aparece entonces en toda su crudeza y magnitud el verdadero papel de los partidos “de izquierda” de la burguesía, tales como los “socialdemócratas” “democráticos de izquierda” o stalinistas en todas sus variantes, cuyo papel es darle nuevo crédito al Estado capitalista, mediante un “cambio” de dirigentes que vuelven a producir falsas ilusiones de "salida a la crisis del capitalismo" y de “solución a los problemas” entre los trabajadores. Sin embargo, si bien muchos trabajadores mantienen ilusiones en los partidos de izquierda del capital, la actuación de estos cada vez más abierta y descaradamente en favor de los intereses del capital y contra los trabajadores, conlleva también un proceso de desgaste de su figura, de toma de conciencia por parte de los trabajadores de que también se trata de fuerzas enemigas. Asimismo, las luchas proletarias enfrentan cada vez más directamente las fuerzas represivas, sin cesar reforzadas, del Estado capitalista -el aparato judicial, la policía, el ejército. En México, el despido de 40,000 trabajadores del sector eléctrico a finales del 2009 fue precedido de la toma de instalaciones por la policía federal antimotines; en la España "democrática" del socialista Zapatero la huelga “salvaje” de los controladores aéreos en diciembre del año pasado fue frenada por la toma militar de los aeropuertos. Cada vez con mayor frecuencia las manifestaciones terminan en enfrentamientos con la policía (Grecia, Gran Bretaña, India, Bangladesh, Túnez, Argelia, Egipto...), los cuales, por encima de lo que machacan los medios de difusión del capital, son cada vez menos producto de “acciones directas” de “pequeños grupos radicales”, y cada vez más producto de la policía antimotines. A fin de cuentas, este aspecto es también un índice claro de la agudización del conflicto entre las dos clases antagónicas de la sociedad: por una parte la imposición de cada vez más feroces ataques de la clase capitalista contra las condiciones de vida y de trabajo de los proletarios, y de la preparación de la burguesía y el Estado para enfrentar la resistencia de los explotados; y de otra parte, los esfuerzos cada vez más decididos y amplios de la clase trabajadora por resistir e incorporarse al combate contra el capital. Finalmente, todo este ambiente de crecientes luchas de clase es desfigurado metódicamente por los medios de difusión del capital, prensa, radio, TV, sin olvidar internet. Nunca como hoy existieron tantos medios de información... pero al mismo tiempo nunca como hoy la clase dominante ha utilizado estos medios para impedir que el proletariado se de una idea clara de lo que se encuentra en juego actualmente; para impedir que cada trabajador reconozca que, por todas partes, sus hermanos de clase están levantándose a luchar exactamente por las mismas razones por las cuales hoy él está indignado: desempleo, recortes directos o indirectos al trabajo, cada vez peores condiciones de vida para su familia, explotación y opresión crecientes...; para impedir que se reconozca en esas luchas y que éstas sigan contagiándose por todos los continentes; para impedir, en suma, que los trabajadores se reconozcan como clase con los mismos intereses y objetivos: luchar contra la explotación capitalista. En primer lugar, hay la mayor censura posible -tanto a escala nacional como mundial- de las luchas proletarias. Por ejemplo, todo el mundo se entera hasta la náusea del ataque contra la congresista en Phoenix, pero -aparte de los lectores de la prensa militante- ¿cuántos trabajadores se han enterado de las huelgas en Estados Unidos del año pasado, en las que han participado miles de proletarios de diversos sectores? Enseguida, si por su amplitud ya no pueden censurarlas completamente, los medios de difusión desvirtúan de mil maneras las luchas de clase, presentando los ataques como situaciones meramente “locales” o “nacionales”, como “reacciones egoístas e irresponsables que se oponen a los ajustes necesarios para beneficiar al conjunto de la población (“adelgazamiento del Estado” o “saneamiento de las empresas” que supuestamente vuelven indispensable la baja de los salarios, los despidos masivos o la reducción de las pensiones); o bien presentando las luchas como acciones de “pequeños grupos extremistas” o como respuesta a gobiernos “corruptos” que basta con modificar para que vuelva la calma. El colmo del cinismo es la frecuente afirmación de que los obreros en lucha son "privilegiados" quienes de manera "egoísta" pretenden conservar sus condiciones de vida ¡perjudicando así al resto de la población! En esta situación, en la que los medios de difusión tratan por todos los medios de ocultar o minimizar las luchas, o diluir el hecho de que éstas obedecen a las mismas causas fundamentales, todo lo cual dificulta la toma de conciencia de los trabajadores de que tienen intereses y objetivos comunes, el surgimiento simultáneo de amplios movimientos de lucha por todos los continentes se torna aún más significativo. Dos hechos de importancia histórica están en la base de esta situación. Primeramente los ataques generalizados y cada vez más brutales y directos contra las condiciones de vida y de trabajo que el proletariado y demás clases explotadas reciben por parte de la clase capitalista ante el hundimiento inexorable del sistema capitalista en la peor caída en la crisis económica de su historia. Cada vez es más evidente que todos los esfuerzos de la burguesía de todos los países y de todos los sectores para “salvarse” o “recuperarse” de la crisis tienen como fundamento precisamente exprimir hasta la última gota de la fuerza de trabajo, por todos los medios a su alcance, indirectos y directos. Por ejemplo, la “transferencia de fondos” del Estado para “salvar” a los grandes bancos e industrias -comenzando por los de la primera potencia mundial- consiste, de hecho en hacer pagar este “salvamento” a los trabajadores vía la explosión del desempleo, el aumento de impuestos y la reducción del salario indirecto (es decir del gasto del Estado en salud, educación y demás servicios). Y esto ocurre en todos los países del mundo, desde las mayores potencias capitalistas del mundo, hasta los países más pequeños y débiles. Es esta embestida generalizada del capital contra el proletariado lo que está en la base del surgimiento simultáneo de multitud de focos de lucha de resistencia por todo el mundo. Además, cada día es más evidente que la supuesta “salida de la recesión” de 2010 se revela cada vez más como lo que es: una mentira y, por lo menos, una ilusión. Para intentar justificar esto, los medios de difusión buscan hacer creer que se trata de un "alentamiento" de la “recuperación” en Estados Unidos, o que se trata de la responsabilidad de varios países de Europa, cuyas finanzas públicas se hunden. Dependiendo de la región económica o el país en que uno se encuentre, los medios de difusión alertan sobre los crecientes “riesgos” de una nueva y próxima “recaída económica” por culpa de la “irresponsabilidad” del país de enfrente. Detrás de esta guerra informativa se encuentra la agudización de la guerra comercial y financiera entre los diversos “bloques” de burguesías nacionales (en primer término, aunque no solamente, alrededor de Estados Unidos y Gran Bretaña contra la Eurozona). Pero además, a esta “ruleta rusa” a la cual se libran las fuerzas capitalistas mundiales se añade ahora un elemento complementario de agravación de la crisis: la inflación. Los próximos meses asistiremos a un periodo de aumento generalizado de precios, comenzando por los energéticos y los productos de primera necesidad; es ésta la que ha sido ya la chispa que ha detonado varias de las revueltas recientes (Túnez, Argelia, Egipto, Chile...). En suma, la agudización de la crisis, y con ella la de las condiciones materiales para que sigan multiplicándose las luchas de resistencia de los explotados no sólo tienden a mantenerse, sino que se vuelven cada vez más amplias y profundas. Hay un segundo hecho, también de importancia histórica, que se manifiesta, a escala internacional y sobre un periodo prolongado, en lo que Rosa Luxemburg llama la "huelga de masas"; es lo que se percibe actualmente en la voluntad de defenderse y la disposición a la lucha en el proletariado; es decir, la existencia junto a los factores “objetivos”, de factores “subjetivos” favorables a la ampliación y profundización del combate proletario contra el capitalismo. Por una parte, se puede apreciar la aparición de una inclinación al “contagio”, es decir, la aparición de una tendencia a la extensión internacional de las luchas: a partir de las luchas en Francia los trabajadores de otros países de Europa (Gran Bretaña, España, Italia, Bélgica...) se han lanzado también a la lucha a sabiendas que los ataques del capital son del mismo tipo en todos lados. Más recientemente, el movimiento social que ha abrazado a Túnez durante un mes, ha servido de ejemplo y detonador de las manifestaciones masivas que han sacudido a los otros países de la región del Maghreb, también por las mismas razones: el aumento de los precios de los bienes de primera necesidad. Al mismo tiempo, y nuevamente a pesar de los obstáculos que opone la burguesía -en particular el control sindical, una de cuyas tareas es mantener divididas las demandas y luchas de los trabajadores- en las luchas se aprecian también expresiones iniciales de solidaridad entre trabajadores de diferentes sectores (incluso a nivel internacional), lo que significa que existe una base para una futura unificación de las demandas y objetivos de las luchas. Es notable también en las luchas actuales que el descontento y la combatividad no dejan de crecer. La acción de las fuerzas policíacas del Estado capitalista, cuyo objetivo es “disuadir”, es decir, aterrorizar y reprimir las luchas, en diferentes ocasiones se ha convertido en lo contrario: en un acicate para que los proletarios salgan a la calle a protestar masivamente contra los gobiernos. La situación excepcional de las violentas y masivas revueltas en Grecia hace más de año tiende ahora reproducirse en diferentes países: Gran Bretaña, Túnez, India, Egipto... Es notable también en las luchas actuales que el descontento y la combatividad no dejan de crecer. La acción de las fuerzas policíacas del Estado capitalista, cuyo objetivo es “disuadir”, es decir, aterrorizar y reprimir las luchas, en diferentes ocasiones se ha convertido en lo contrario: en un acicate para que los proletarios salgan a la calle a protestar masivamente contra los gobiernos. La situación excepcional de las violentas y masivas revueltas en Grecia hace más de año tiende ahora reproducirse en diferentes países: Gran Bretaña, Túnez, India, Egipto... Asimismo, hay que destacar también la existencia de una tendencia a la “politización” de las luchas, en el sentido de que las manifestaciones ante el empeoramiento de las condiciones económicas, dan paso cada vez más a impugnaciones abiertas contra el Estado y sus más eminentes representantes. Evidentemente, esta “politización” es por el momento absorbida y aprovechada por los propios partidos burgueses “de oposición”; a pesar de esto, no dejan de expresar una tendencia de los trabajadores a tomar conciencia de que la respuesta a la agravación de sus condiciones de vida requiere no se encuentra ya simplemente en el plano de la empresa o el sector, es decir a nivel local y "económico", sino que debe ser más “general”, “global” y por tanto también "político". Finalmente, hay que subrayar el hecho de que, con los movimientos de lucha, también se acelera el surgimiento de minorías de proletarios de vanguardia, quienes buscan ir más allá de las luchas inmediatas, quienes se cuestionan las causas de las derrotas, quienes buscan reunirse y organizarse para preparar en mejores condiciones las luchas siguientes, para hacer que estas luchas no sean desviadas o absorbidas por las fuerzas del capital y que vayan en el sentido de “un verdadero cambio” que es el derrocamiento del capitalismo; en suma, minorías en búsqueda de una alternativa y una militancia revolucionarias. Por ejemplo, la derrota de las movilizaciones en Francia contra la reforma a las pensiones, dejó una estela de pequeñas “asambleas” de trabajadores, donde los elementos de este tipo, junto con militantes de diversas organizaciones políticas, discuten acerca de las perspectivas de organización y lucha. Un ambiente similar existe en muchas partes, lo cual se refleja en el aumento de correspondencia, discusión y contactos de los grupos revolucionarios. Toda esta situación abierta, que nosotros definimos como la “huelga de masas”, vuelve más urgente e indispensable la intervención de las minorías revolucionarias en su clase, especialmente la de los grupos y militantes de la Izquierda comunista. Por cierto, un aspecto de las campañas ideológicas de la burguesía contra los proletarios (y en el que participan incluso grupos que se llaman a sí mismos “revolucionarios”, tales como los anarquistas), es el de sembrar la desconfianza de los obreros hacia los grupos políticos verdaderamente revolucionarios y comunistas, para que estos parezcan “exteriores”, “ajenos” e incluso “peligrosos” ante los ojos de la clase obrera. Es por ello que no dejamos de insistir en el hecho de que los grupos revolucionarios, especialmente los de la izquierda comunista, por el contrario, son una parte de la clase misma, la que es "más consciente y determinada"; que son sencillamente -como dice el Manifiesto Comunista de 1847- el sector de la clase obrera que en todo momento hace valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; el sector que siempre impulsa adelante a los demás, que teóricamente tiene la ventaja de su clara visión de las condiciones de la marcha y de los resultados generales de este movimiento; y cuyos objetivos no son otros que los propios de la clase trabajadora: constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa, conquista del poder político por el proletariado. En tal sentido, es indispensable en primer lugar que, en este periodo las minorías revolucionarias, destaquen los intereses comunes, de clase, que subyacen en las luchas que están surgiendo por todas partes. Su tarea no es sólo “difundir información”, ni siquiera llamar simplemente a la lucha, sino ante todo impulsar las tendencias hacia la extensión y unificación de las luchas por encima de cualquier división sectorial o nacional que trate de imponer la burguesía. Se trata de destacar su esencia común, como partes de un movimiento del conjunto de la clase obrera, de un movimiento cuyas causas y objetivos históricos -la destrucción del Estado capitalista y la toma del poder político por parte del proletariado a escala internacional- son los mismos. A la vez, es indispensable que los revolucionarios asuman su tarea de transmitir la herencia de las experiencias de luchas del pasado que está en sus manos, así como de la teoría revolucionaria -el marxismo- de tal manera que los proletarios puedan aprovecharla en las luchas actuales. De este modo los revolucionarios no sólo contribuyen a aumentar la capacidad del conjunto del proletariado para superar las mistificaciones y trampas que la burguesía le tiende a cada una de sus luchas, sino que, sobre todo, contribuyen decisivamente a la toma de conciencia de clase del proletariado de sus intereses y objetivos revolucionarios y de la necesidad y posibilidad de realizar estos últimos. Finalmente, los revolucionarios tienen también la acuciante tarea de transmitir toda la experiencia de la clase acumulada en materia de organización, y especialmente la que se desprende del periodo revolucionario de principios del siglo XX y que llevó al triunfo de la revolución proletaria en Rusia y a una oleada revolucionaria internacional que resquebrajó los cimientos del capitalismo y amenazó con echarlo abajo para siempre. Actualmente, y aún más mañana, el surgimiento de proletarios de vanguardia, en búsqueda de una coherencia, militancia y organización revolucionarias impone, en particular, a los actuales grupos y elementos de la Izquierda comunista la responsabilidad mayor de desbrozar el camino que conduzca a la construcción del nuevo partido comunista mundial. Y en este camino, las fuerzas comunistas actuales deben ante todo superar la dispersión política y organizativa que les caracteriza y comprometerse resueltamente, desde ahora, en un proceso de acercamiento y de "reagrupamiento". Deben pasar por éste si quieren estar a la altura de la situación y asumir las responsabilidades por las cuales el proletariado les ha hecho surgir. Enero 2011. Nota: inte...@yahoo.fr |
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