“El capitalismo en crisis abierta no se contenta con arrastrar al conjunto del proletariado en la miseria y el hambre. Arrastra también al conjunto del planeta hacia la barbarie guerrera. Las rivalidades imperialistas y las guerras locales no han comenzado con este nuevo sobresalto de la crisis económica. En cambio, esta última, debido a que exacerba la competencia entre los
capitales, y en particular entre los capitales nacionales, acentúa, agudiza, agrava aún más estas rivalidades y estas tensiones imperialistas. El capitalismo es inexorablemente impulsado en una huida hacia adelante hacia la confrontación imperialista generalizada, es decir hacia una tercera guerra mundial la cual, si bien no se conoce el plazo, está ya en preparación,
especialmente por parte de las principales potencias capitalistas.” (Boletín comunista 43. Presentación. Mayo 2008).
Apenas tres meses después de nuestra afirmación, la guerra imperialista ruso-georgiana, desencadenada el 8 de agosto pasado, ha venido -¡y cómo!- a recordar la bárbara realidad del capitalismo y a confirmar la espantosa perspectiva hacia la cual este sistema arrastra a la humanidad inexorablemente si no es combatido y destruido. Uno de los principales focos de las tensiones imperialistas que dividen y polarizan actualmente a las grandes potencias capitalistas -y detrás de ellas a toda las burguesías del mundo- ha desembocado en ≤b≥una guerra abierta ≤/b≥en el Cáucaso: Inmediatamente después de que Georgia lanzara un ataque militar contra la región autonomista de Osetia del Sur, supuestamente para “restablecer el orden constitucional”, Rusia respondió con un contraataque a gran escala contra Georgia, supuestamente para “defender” aquélla pequeña región rusofona. El resultado es que la población de Osetia del Sur ha sido completamente arrasada bajo los bombardeos “constitucionales” de Georgia y los bombardeos
“defensivos” de Rusia, en tanto que ésta última ha atacado los puntos estratégicos de Georgia (enclaves geográficos, puertos, aeropuertos, ciudades) y tomado en unos pocos días el control de este país. Evidentemente esta nueva guerra imperialista no brota de la nada, como un rayo en cielo azul.
Este nuevo episodio guerrero solamente confirma y refuerza la lógica de enfrentamientos imperialistas que se manifiestan desde el fin de la “guerra fría” a finales de los años 1980 (que vio el hundimiento del antiguo bloque soviético seguido del desmembramiento progresivo del antiguo bloque norteamericano), lógica que se ha acelerado particularmente desde el 11 de septiembre de 2001.
En este periodo, que ha visto multiplicarse y precisarse los conflictos y tensiones entre las diferentes potencias imperialistas –desde las guerras en la ex Yugoslavia hasta los conflictos en Afganistán e Irak, pasando por los episodios de tensiones extremas entre India y Pakistán, en diferentes regiones de África, etc.-, los intereses de las diferentes burguesías nacionales (de las más grandes a las más pequeñas) no dejan de enfrentarse.
Cualesquiera que sean los discursos y las “explicaciones” que nos den los medios de difusión a las órdenes de la burguesía y sus Estados, la causa fundamental de la situación actual está ligada al atolladero histórico en el cual se encuentra la clase burguesa, a la incapacidad de esta clase para dar una solución a la crisis de su economía, a la quiebra de su sistema. La lógica de la crisis de su sistema no puede sino empujar cada vez más a la burguesía hacia “su solución” dramática, la guerra imperialista generalizada. Si bien la quiebra histórica en el plano económico que vive el capitalismo es, en última instancia, la razón de esta dinámica hacia la guerra generalizada, la aceleración actual de la crisis económica (la recesión mundial) se vuelve hoy, ahora, u elemento directo de la exacerbación de las rivalidades y de la agravación de los conflictos y de las guerras imperialistas. En particular, el control de los recursos energéticos, de su producción y vías de aprovisionamiento, así como su control en el plano financiero -que se muestra especialmente en la lucha sin cuartel que se lleva a cabo para mantener la hegemonía del dólar contra el euro en el mercado de los hidrocarburos-, así como el control de las materias primas en general, se vuelve tanto más esencial para cada imperialismo por cuanto la crisis golpea brutalmente a todas las economías nacionales, actualmente en una situación desesperada.
Y precisamente, el conflicto ruso-georgiano muestra el grado alcanzado por las tensiones imperialistas: vemos nuevamente al ejército de una de las grandes potencias del mundo capitalista -Rusia- entrar directa y provocadoramente en acción, invadiendo un país recientemente aliado a la primera potencia mundial -los Estados Unidos- quien ha armado directamente a las tropas georgianas, repatriado urgentemente tropas de Irak e incluso participado sobre el terreno durante el ataque contra Osetia (consejeros militares americanos estan presentes en el ejército georgiano). Es decir que Rusia y los Estados Unidos se han enfrentado no solamente en el plano diplomático, sino también en el plano militar, si bien todavía a una escala limitada.
Si Rusia aprovecha la oportunidad de apoderarse de un pequeño país (ex república de la URSS) es, primero, porque no tenía otra elección y, segundo, porque el momento le era favorable. Rusia no tenía otra elección dado que, desde hace varios años, ha tenido que sufrir los avances de los Estados Unidos en una zona que, hace apenas algunos años, formaba parte en lo esencial de la ex URSS y que es actualmente su zona “natural” de expansión imperialista. La salida de Ucrania, Georgia y otros países de la región de su zona de influencia, el paso de esos países a la órbita de los Estados Unidos, su adhesión (en el caso de los países bálticos, Polonia) o su candidatura (Ucrania, Georgia) a la OTAN, el hecho de que ahora varios de estos países abriguen estructuras militares dedicadas al famoso “escudo antimisiles” norteamericano, sin olvidar la construcción del oleoducto para el transporte de gas y petróleo del Mar Caspio pasando por la Georgia proestadounidense y evitando así el territorio de Rusia -que lleva la mira de excluir a ésta de todo control sobre esos recursos-, todo ello pone a Rusia en una posición muy riesgosa y peligrosa. Finalmente, el golpe dado a Serbia (importante aliado tradicional de Rusia), con la creación de un Kosovo independiente, tenía que obligar a Moscú a reaccionar cuando la posibilidad se presentara.
En cambio, el hecho de que durante la reunión de Bucarest, los países europeos, especialmente Alemania y Francia, hayan hecho todo lo posible para frenar la integración de Ucrania y Georgia en la OTAN, ha representado una señal clara para el imperialismo ruso, que le ha indicado claramente que varios países de Europa -y no los menores- no veían con buenos ojos el avance de los Estados Unidos -a través de la OTAN y las estructuras ligadas a ésta- en el Cáucaso, una región de primera importancia estratégica, que está en el centro de las rivalidades imperialistas entre las grandes potencias, una región que es también muy sensible para los intereses imperialistas de estos países de Europa.
Por otra parte, las dificultades militares de los Estados Unidos en Afganistán e Irak, la incertidumbre que pesa sobre su política imperialista ligada a los “ajustes” que tendrá dar necesariamente luego de las elecciones presidenciales de este país en el otoñopróximo y, finalmente, los efectos particularmente desestabilizadores que sufre la primera potencia capitalista del mundo con la profundización de la crisis estos últimos meses, todo eso ofrece a Rusia la posibilidad de hacer valer sus intereses imperialistas, por la fuerza de las armas si es necesario.
Se puede notar también que, si bien por un lado los Estados Unidos no pueden intervenir directamente, es decir militarmente, para “salvar” a Georgia, los países europeos (con Alemania y Francia a la cabeza) se contentan con ofrecer sus servicios para “congelar” la situación... en provecho de Rusia. Además, cuando la burguesía francesa hizo como si cuestionara la actitud de Rusia, Alemania la corrigió y la burguesía francesa se plegó a esta lógica.
Pocos días después, la actitud cínica de Alemania y Francia de “dejar hacer y dejar pasar” frente al ataque ruso, provocó agrias protestas por parte de Polonia, Ucrania y los países bálticos, quienes a su vez y con razón, se sienten amenazados por la iniciativa rusa. Todo esto pone en evidencia que la situación se acelera en el sentido de lo que nuestra fracción ha destacado desde hace varios años: ≤b≥la burguesía se encamina hacia la guerra generalizada. ≤/b≥ Este nuevo episodio guerrero refuerza y amplifica este proceso. Si bien la burguesía estadounidense no ha podido intervenir militarmente en Georgia, en cambio su política de “confinamiento” de Rusia se afirma cada vez más fuertemente, en una carrera que se acelera, que ve a Europa volverse el blanco militar y por tanto, concreta y directamente, el centro del juego imperialista: Polonia acaba de aceptar el despliegue del escudo antimisiles, que originalmente era presentado como “anti iraní” pero que es claramente una amenaza directa contra Rusia, mientras que por su parte Ucrania acaba de proponer a la OTAN utilizar su sistema de radares... contra Rusia. En reacción a ello esta última afirma que dirigirá sus misiles... hacia el escudo antimisiles situado en Polonia. Está claro que Alemania y Francia, por citar solamente a las dos potencias centrales de Europa (aunque los alineamientos imperialistas de países como Italia, España, Bélgica, etc., tienden a afirmarse en el mismo sentido, mientras que Gran Bretaña y una parte de los países del ex bloque del este se inclinan del lado norteamericano) no ven con buenos ojos la ampliación de la OTAN y el despliegue de todo un arsenal estadounidense en el viejo continente.
Esta aceleración de los preparativos militares y de las iniciativas geoestratégicas por parte de los principales imperialismos directamente los unos contra los otros no puede sino reforzar aún más la polarización imperialista entre dos grandes ejes, de los cuales uno, sin duda, se constituirá alrededor de los Estados Unidos, y el otro tiende, si bien más difícilmente, a afirmarse alrededor de Alemania. Si bien potencias como Francia o Rusia tienen como perspectiva más probable la de aliarse con Alemania, a pesar de la realidad de sus oposiciones y rivalidades respectivas, la guerra en Georgia y sus implicaciones muestran claramente que la línea de separación entre estos dos polos en formación divide y desgaja ya a Europa. Esto muestra claramente que el epicentro de los antagonismos imperialistas y de la futura guerra mundial se encuentra en este continente.
El proletariado no puede ni debe permanecer indiferente ante esta situación. Ahora, hemos presenciado cómo, mientras los medios de difusión burgueses nos machacaban con hipócritas discursos sobre la “paz del mundo” con motivo de la inauguración de los juegos olímpicos, al mismo tiempo una ciudad completa, en Europa, era borrada del mapa bajo los bombardeos. Un destino similar le esperaría al mundo entero, si el proletariado no fuera capaz de oponer≤b≥ su propia solución revolucionaria ≤/b≥a la “solución” guerrera de la burguesía.
Evidentemente, para la clase obrera, la regla sigue siendo la misma y no debe haber duda para los proletarios, sean rusos, georgianos, o de cualquier otra región del mundo, de que no deben tomar partido por uno u otro campo. La clase obrera de Georgia, la de Rusia, la de Francia, de Alemania o de cualquier otro país del mundo solamente tiene una respuesta que dar a estas amenazas y avances guerreros: internacionalismo proletario, combate contra su propia burguesía, solidaridad internacional
de la clase obrera.
Las organizaciones comunistas tienen la inmensa responsabilidad de volver claro ante los ojos de su clase la naturaleza imperialista de los conflictos que se desarrollan actualmente en este mundo sometido a la dictadura capitalista, así como la perspectiva macabra que se perfila detrás de estos conflictos; tienen la tarea esencial de volver consciente para el proletariado el hecho de que él es la única fuerza social capaz de poner fin a esta lógica bárbara mediante su lucha intransigente por la defensa de sus intereses inmediatos e históricos.
¡Contra la burguesía de todos los países!
¡A luchar sin desfallecer por la defensa de nuestros intereses de clase, por el fin de un mundo de miseria, de guerra y de
barbarie!
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