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Tráfico ilegal de flora y fauna

musa majad, Miércoles, Agosto 29, 2007 - 09:58

Musa Ammar Majad

Mencionemos primero a Dener Giovanini, coordinador general de la Red Nacional de Combate al Tráfico de Animales, quien recibió el Premio Sasakawa al Medio Ambiente 2003, otorgado por la Organización de las Naciones Unidas. Giovanini es el segundo brasileño en recibir este premio (en 1990 fue concedido al mártir ecológico Chico Mendes). Según Giovanini, el tráfico de animales silvestres es la tercera actividad ilegal del mundo, ubicándose detrás del tráfico de drogas y de armas.

Las cifras, en consecuencia, son considerables: el tráfico de animales mueve entre quince millardos y veinte millardos de dólares al año. En tal sentido, Brasil, país de rica biodiversidad, es responsable de aproximadamente dos millardos anuales. Los coleccionistas de especies raras son los que más contribuyen a su extinción, afirma Giovanini. “No podemos dejar de denunciar que la comunidad internacional tiene una enorme participación en la destrucción de la biodiversidad, a partir del momento en que también fomenta ese tráfico", denuncia por donde puede Giovanini, a la vez que enfatiza: “Ella es la que compra y vende esos animales".

En el año 2006 el Diario Perfil de Buenos Aires, Argentina, reveló que en la Feria de Villa Domínico, en el partido de Avellaneda, cientos de animales en venta miran el mundo a través de las rejas. “Como si fuera una cárcel en miniatura, donde los reos portan plumas, colmillos o escamas. Allí despliega su circo furtivo, cada domingo, Guillermo Fabián Tarello, un comerciante de 41 años que desafía a inspectores, ecosistemas milenarios y efectivos de la Policía Bonaerense II que se reúnen a pocos metros de su puesto. Una denuncia presentada por la Fundación Vida Silvestre Argentina, a la que tuvo acceso exclusivo PERFIL, indica que Tarello estaría vendiendo ejemplares de especies silvestres, muchas de ellas en peligro de extinción, cuya comercialización está prohibida en la Argentina."

Como siempre, no hay cifras oficiales. Sin embargo, se estima que en la Argentina el comercio ilegal de fauna silvestre mueve unos cincuenta millones de dólares anuales. Un gran negociado que en el país acorrala a varias especies amenazadas como la boa ampalagua, la tortuga terrestre chaqueña, el cardenal amarillo, la vicuña, el tatú carreta, el yaguareté, el venado de las pampas y otras cincuenta y dos especies argentinas. “Los animales son buscados vivos o muertos para venderlos como mascotas exóticas, trofeo o como subproductos, como sucede con los carpinchos, por su carne y su cuero"

“Mientras haya compradores, va a haber tráfico", asegura Verónica Díaz, coordinadora del Grupo Fauna Silvestre Contra el Tráfico de Aves Argentinas. En Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Rosario conviven las viejas costumbres con modas fugaces: están los de siempre, que buscan tortugas terrestres y loros habladores como mascotas, y los excéntricos que quieren pumas, guacamayos, tarántulas y boas autóctonas, o incluso un cóndor andino. En Argentina es famoso el caso de un taxidermista suizo que cazaba ilegalmente en un parque nacional; cuando lo atraparon se estaba llevando unas doscientas treinta aves para embalsamar, entre ellas un Maca Tobiano, una especie que está en peligro de extinción y que, incluso, ni el museo de Ciencias Naturales de ese país tiene un ejemplar montado.

Muchos creen que detrás del tráfico de fauna sólo hay un traficante. La verdad es que existe toda una red comprometida: funcionarios públicos, transportistas y, sobre todo, compradores. La mayoría de las especies amenazadas por el tráfico y la caza furtiva habita en el Gran Chaco Americano, una región ecológica de más de un millón de kilómetros cuadrados repartidos entre Argentina (61%), Paraguay (25%), Bolivia (14%) y Brasil (0,1%). Es una de las zonas más biodiversas del planeta y el área boscosa más grande del continente después del Amazonas.

La biopiratería es un término acuñado para la denuncia del tráfico y el uso de la flora y la fauna de un país por parte de laboratorios e industrias cosméticas. “Vienen investigadores de otros países y se llevan arañas, insectos de todo tipo, alacranes... Después usan ese material biológico para investigar y encontrar sustancias que les sirvan para medicamentos o productos cosméticos", explica la veterinaria Claudia Nigro, presidenta de la Red Argentina Contra el Tráfico Ilegal de Especies Silvestres. Si bien Darwin se llevaba todo lo que encontraba, como también posteriores naturistas, la biopiratería es una práctica mediante la cual investigadores o empresas utilizan ilegalmente la biodiversidad de los países en desarrollo y los conocimientos colectivos de los pueblos indígenas o campesinos. Es el mayor beneficio del tráfico ilegal. Cada nueva sustancia activa que se descubre acarrea millones de dólares a las arcas de la empresa en cuestión. Las ganancias y los conocimientos adquiridos nunca se comparten con el país del que se extrajeron los materiales biológicos. En arañas de vientre negro, por ejemplo, se ha descubierto una nueva y muy efectiva sustancia analgésica que se cotiza a cuatro mil dólares el gramo en el mercado negro

La ausencia de una ley y, si existe, la ausencia de la aplicación de la ley es lo que alienta este tipo de actividad comercial. Marc Baungarten, alemán detenido por primera vez en 1997 en el aeropuerto de Río de Janeiro al intentar embarcar de regreso a su país transportando ciento doce arácnidos, fue puesto en libertad rápidamente para ser nuevamente apresado al año siguiente en Belem, capital del norteño estado de Pará, por haber enviado otras cuarenta y dos arañas por correo, para volver a ser puesto en libertad rápidamente para ser nuevamente apresado en Curitiba, al sur de Brasil, por estar transportando cinco de esos animales, para volver a ser puesto en libertad rápidamente para ser nuevamente apresado en…

Evidente: la impunidad es la norma. La rentabilidad también. El mirlo, un pájaro de plumas negras, puede ser comprado a unos ciento cincuenta dólares en los mercados sureños de Brasil y venderse a trece mil dólares en Estados Unidos.

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