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El Huevo de la Serpiente en el pais de Gardel

Eduardo R. Saguier, Sábado, Octubre 28, 2006 - 12:31

Joaquin E. Meabe

Desempeños que sirven para incubar el huevo de la serpiente. Un interrogante acerca de algunas peligrosas modalidades del presente comportamiento de los argentinos,

por Joaquín E. Meabe

Para algunos la política es el arte o la técnica de gobernar. A esta noción, a veces, suele agregarse un escenario regido por la dicotomía amigo-enemigo. Sea o no esta caracterización lo peculiar de la política, lo cierto es que para muchos expresa su desideratum y, en todo caso, es lo que en la Argentina de hoy se entiende como tal. Semejante idea, más próxima a Thomas Hobbes y a Carl Schmitt que a Aristóteles, constituye una ineludible clave para entender algunos rasgos del actual desempeño de numerosos compatriotas y, también, para arrimar un poco de claridad en torno a la eventual dirección en la que se orientan sus expectativas, todavía no bien establecidas, pero, no por eso, menos inquietantes.

Aristóteles con un criterio un poco diferente entendía que la política no era una mera técnica sino que constituía una épitécnica, o sea algo que está más allá de las técnicas y que, a diferencia de cada una de estas, no solo registra los procedimientos de su disposición y las modalidades de ejecución instrumental sino que, además, se orienta por la razón a la prosecución del bien y la genuina felicidad del conjunto social que, por otra parte, se impone como deber a todo el que la práctica. Salvador Rus Rufino ha examinado con detalle esta cuestión en su último libro titulado La Razón contra la fuerza publicado por la editorial Tecnos de Madrid el pasado año 2005, cuyo subtítulo Las directrices del pensamiento político de Aristóteles resume el contenido en el que se expone la contracara de aquella otra noción que hoy, a nosotros, se nos presenta como dominante.

No vamos aquí a detenernos en estos dos modos dispares de entender la política; aunque importa tener bien presente su diferencia para entender algunas cosas. La sobrextensión de aquella modalidad de la política, entendida como una técnica de gobierno desplegada en un escenario regido por la dicotomía amigo-enemigo, es uno de los rasgos, de cara a nuestra situación actual, que informa esa dirección inquietante apuntada más arriba. Esta modalidad argentina de la política, decididamente técnica, moralmente indiferente y excluyentemente agonal, tiende a saturar todo los ámbitos de convivencia y trato de manera tal que ningún ámbito escapa a su desbordante hegemonía. Tenemos así una educación y una ciencia sujeta a los vaivenes de las relaciones amigo-enemigo del mismo modo que también tenemos un periodismo regido por ese antagonismo donde la prensa adicta se opone a la prensa adversaria. Y lo mismo ocurre con la industria y los demás agentes económicos que se presentan como allegados al gobierno o como perjudicados por este. La cultura y el deporte no escapa, por cierto a ese desborde que envuelve a pobres y ricos, a juerguistas y piqueteros; y ni siquiera la iglesia o, incluso, los militares, como tampoco las callejeras de todo tipo y los delincuentes, quedan fuera de ese tire y afloje, en el que se puja por imponer las propias expectativas o se insiste en rechazar los resultados adversos a esas mismas expectativas.

La ciencia y la educación dejan así de ser un escenario objetivo de investigación y de adquisición del saber para dar lugar a la puja de cargos y oportunidades de la misma manera que toda o casi toda la actividad de los agentes económicos marcha al ritmo de la política gubernamental, al punto que incluso el propio mercado no es mas que un péndulo que oscila entre las resoluciones adoptadas por el estado y los nichos o negocios que el mismo estado regentea o permite en orden a los precios, a las divisas o a las exportaciones. Las primeras reemplazan sibilinamente a la oferta y las últimas deforman y enervan permanentemente la demanda. Todo lo demás reproduce esta degradante sustitución de las posibilidades espontáneas y apropiadas por el rígido control público o privado del que tiene capacidad para torcer la dirección de comportamiento del oponente. Y el resultado es la disolución de la política misma o su degradación como desempeño epitécnico.

Algo de esto es lo que ha pasado en el episodio del incendio del local bailable que ha ocasionado un tremendo estrago y gran cantidad de muertos y que ha culminado con el juicio y la destitución del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La misma sobrextensión señalada mas arriba ha teñido toda la trama de relaciones sociales colocando las más diversas situaciones en el mismo escenario de puja regido por la articulación antagónica entre amigos y enemigos. De esta manera el reclamo o el reproche da lugar a cualquier clase de permisos para los sujetos enfrentados; y, así, de una parte, la responsabilidad se disuelve en la política y, para otros, la justicia simplemente se transforma en venganza. Para unos aquella disolución de la responsabilidad en la mediatización de la política termina por enterrar el sentido común, el decoro y la autoestima porque no se quiere renunciar al lugar alcanzado, al cargo y a las oportunidades eventuales o futuras. Y para los otros el odio reemplaza al respeto, enerva la ley y degrada toda posible proporción en las consecuencias de la responsabilidad. El amor, la solidaridad y el anhelo directamente han desaparecido de ese escenario en el que cualquier cosa vale para imponer las expectativas más narcisistas y los deseos más patéticos. Se llega entonces a ese excluyente lugar en el que todos son amigos o enemigos, donde cualquier variedad, cualquier criterio o cualquier valor quedan sesgados por la impronta dominante. Y así ya no parecerá impropio que una ciudadana ofuscada y reaccionaria interrumpa, abrupta e indecorosamente, un discurso del mismo presidente de la nación y que este, con la misma impropiedad, descienda a un cínico diálogo que pulveriza cualquier jerarquía.

Hace algún tiempo he caracterizado a este proceso como hiperpolitización y me ha parecido entonces que representaba una tendencia peligrosa, sesgada hacia los liderazgos autoritarios, en la que posiblemente todos pierden porque se tornan posibles sus no siempre controlados impulsos, las más triviales sensaciones y los más oscuros deseos. Y, por cierto, la indeseada meta de todo esto no es otra que la guerra de todos contra todos. En conjunto esto, además, me hace recordar aquella descripción, no muy distinta, que Ingmar Bergman nos ha dado en esa singular película titulada El huevo de la Serpiente donde se retrata, con morosa intensidad, los prolegómenos sobre los que luego se edificará el orden nazi, obra que, por su densidad dramática, seguramente solo podrá compararse con el Macbeth de Willian Shakespeare. Al ver de nuevo tan tremenda película muchas inconexas percepciones de nuestro degradado presente convergieron en mi mente y, luego, se transformaron es esta breves, nerviosas y agitadas líneas que, con inevitable simplicidad, expresan una cuota de desahogo de mi vacilaciones ante los interrogantes que carcomen el futuro peligrosamente hobbesiano que se perfila en cualquiera de las alternativas consideradas por el fundador de la moderna orientación antiaristotélica.

Solo me cabe agregar una curiosa coincidencia surgida en el día que escribo esta nota. Hoy 11 de marzo de 2006 se cumplen 33 años de triunfo que llevó a Héctor Cámpora a la presidencia de la nación luego de un largo interregno de proscripciones y violencia, y que antes que un triunfo cívico fue una victoria pírrica para la sociedad que anticipó la inconmensurable tragedia de horror, maldad y salvajismo fanático protagonizada por la dictadura militar de 1976-83 que nadie debería comparar con un estrago de un centro de entretenimiento de desafortunados y fatales resultados, ocurrido en el marco del un estado de derecho que se esfuerza por avanzar en un derrotero republicano en el que muchos -quizá la gran mayoría-, vuelcan sus esperanzas. Como la comparación se ha hecho y, también, ha suscitado controversia, caber preguntarse si ¿a través de esto y de todo lo que anotamos más arriba no se estará incubando un huevo similar al de aquella serpiente de la película de Bergman?

Corrientes, 11 de marzo de 2006.



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