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El Pretorianismo Decimononico Latinoamericano

Eduardo R. Saguier, Lunes, Diciembre 12, 2005 - 05:19

Eduardo R. Saguier

A diferencia de Perlmutter, concebimos al Roquismo argentino (1880-1906) no sólo como oligárquico sino también como esencialmente pretoriano, de un pretorianismo explícito, indirecto y árbitro, y no meramente potencial; y esa compleja caracterización la extendemos al caso del segundo Ministerio de Quintana, durante la presidencia de Luis Sáenz Peña (1893), y a las sucesivas presidencias de Roca (1880-86; 1898-1904), Juárez Celman (1886-90), Pellegrini (1890-1892), Uriburu (1894-98), Quintana (1905-06), Figueroa Alcorta (1906-10), y Roque Sáenz Peña (1910-12), a las que consideramos fuertemente dotadas de un pretorianismo tanto tácito o indirecto como secularizante.

El Pretorianismo Decimonónico Latinoamericano

La noción de pretorianismo se aplicó en los siglos XVIII y XIX esencialmente al mundo antiguo, tal como la había ensayado Montesquieu, para quien dicho régimen de poder estaba íntimamente ligado al despotismo.1 Como un intento de perfeccionar la obra de Montesquieu (Consideraciones sobre las Causas de la Grandeza de Roma y su Declinación), Gibbon abundó también sobre el pretorianismo inherente a la debacle de Roma --dejándose influir por la teoría de los cuatro estadios-- que fue a su vez la fuente en la que se inspiraron para sus tesis evolucionistas, entre muchos otros, Hegel, Constant, y Guizot; y más luego el propio Auguste Comte con su ley de los tres estados: teológico, metafísico y positivo; y Lewis Morgan, con su teoría de las tres fases: salvajismo, barbarie y civilización.2

Pero diferenciándose del evolucionismo lineal de Comte y de Morgan, y como fruto de una suerte de crisis conceptual, diversos autores posteriores ensayaron exhaustivas taxonomías compuestas de diversas categorías históricas: entre ellas las categorías políticas (cesarismo, despotismo, absolutismo, totalitarismo, regalismo, putschismo), las religiosas (mesianismo, milenarismo, secularismo, fundamentalismo), las étnicas (racismo, chauvinismo), las militares (burocratismo, pretorianismo), las sociales (nomadismo, urbanismo, gremialismo, colectivismo), las económicas (mercantilismo, proteccionismo. industrialismo, imperialismo) y las culturales (laicismo, fetichismo, catastrofismo).

Entre las categorías políticas, varios autores, entre ellos Lasswell (1941), Finer (1962), Gilmore (1964), Huntington (1962, 1968), Perlmutter (1977), Irwin (2000, 2001) y Bowman (2002), diferenciaron el caudillismo del pretorianismo, este último del cesarismo o bonapartismo (por Luis Napoleón), y todos ellos del militarismo, del profesionalismo militar, del burocratismo autoritario y del terrorismo de estado. Para analizar la crisis del moderno estado-nación, Finer (1962) comenzó diferenciando cuatro tipos distintos de pretorianismo o intervencionismo militar; y simultáneamente Huntington (1962) destacó tres especies distintas de putschismo o golpe de estado. En los distintos niveles del intervencionismo militar en la política estatal, Finer (1962) distinguió la mera presión, de la extorsión o chantaje; del desplazamiento disfrazado de accionar civil; y de la intervención desembozada. De todos ellos, en una democracia constitucional solo el primero puede considerarse como legal y legítimo, mientras que los otros niveles van creciendo en intensidad hasta culminar en el golpe de estado desembozado.3

Por el contrario, para Huntington (1962), la distinción no debe ser de grado sino de naturaleza, pues sus tres tipos de putschs o golpes son: el golpe gubernamental o de palacio, el revolucionario, y el reformista. Con referencia al pretorianismo propiamente dicho, Huntington lo definió como aquella situación política en donde se ha producido un hiato o desajuste o retraso, entre un nivel muy alto de participación política y un nivel muy bajo de institucionalización, lo que determinaba una inestabilidad y/o violencia crónica. De este retraso, Huntington derivaba, a juicio de la interpretación hecha por Alberti (2003), que para poner en “sincronía

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