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FALSEDAD e HIPOCRESIA de la AUOTONOMIA UNIVERSITARIA en ARGENTINA

Anonyme, Miércoles, Marzo 2, 2005 - 09:37

Eduardo R. Saguier

FALSEDAD e HIPOCRESIA de la AUOTONOMIA UNIVERSITARIA

Gan parte del cuerpo docente regular de nuestras universidades nacionales (que controla las cátedras concursadas), y de los integrantes de las Juntas
Departamentales, de los Consejos Directivos y de los Consejos Superiores, padecen de una doble lealtad o dependencia.

Por un lado, dependen en materia docente de las Universidades Nacionales que los han contratado, donde han hecho carrera docente, y donde han sido
legalizados por concursos de oposición y antecedentes. Pero, por otro lado, dependen también del Consejo Nacional de Investigaciones Científico y
Técnicas (CONICET), donde algunos han hecho carrera primero como Becarios, y la mayoría como Investigadores de Carrera, prestando Informes anuales o bianuales, hasta alcanzar algunos de ellos las máximas jerarquías del organismo.

Pues bien, en esta doble lealtad o dependencia se encuentra el secreto del atraso y la corrupción de nuestras Universidades Nacionales; atraso y
corrupción de las cuales no se han podido desprender desde la aciaga Noche de los Bastones Largos (29 de Julio de 1966). Digo secreto del atraso y la
corrupción, porque estos cuerpos docentes y los integrantes de estos cuerpos colegiados difícilmente cuentan con las libertades de pensamiento,
de cátedra y de expresión, en materia científica, política y universitaria. Por tanto, esta triste realidad es la última razón por la cual sus Universidades respectivas carecen de la autonomía pregonada, supuestamente garantizada desde 1994 por el inciso 19 del artículo 75 de la Constitución Nacional (CN).

No son entonces autónomas, porque sus autoridades, desde sus Rectores, Decanos y Jefes de Departamento, hasta sus Consejeros Departamentales,
Directivos y Superiores, que pertenecen a su vez al CONICET, y cuyo porcentaje sobre el total de autoridades no estoy en condiciones de adelantar, pues varía de una universidad a otra, están presos o rehenes de una doble estructura, una de las cuales: el CONICET, carece totalmente de autonomía respecto al poder político nacional.

En efecto, el CONICET es una estructura del poder del Estado Nacional, donde desde su Presidente hasta su mismo Jefe de Despacho, pasando por toda la línea gerencial, son designados por el Poder Ejecutivo Nacional (PEN), y donde los únicos cuatro (4) cargos que son electivos o representativos, los de los Coordinadores de las cuatro (4)

www.er-saguier.org


Asunto: 
ARBITRARIEDADES en la UNIVERSIDAD NACIONAL de SALTA
Autor: 
Eduardo R. Saguier
Fecha: 
Dom, 2005-03-06 18:51

ARBITRARIEDADES en la UNIVERSIDAD NACIONAL de SALTA

Dr. Ricardo Sureda

Salta, 11 de Junio de 2003

Atento a los requerimientos y comentarios sobre el importante tema de los mecanismos vigentes para cubrir los cargos de Auxiliares de Investigación del CIUNSa, veo conveniente acercar mis impresiones al respecto. Existen algunas realidades concretas, a saber:

Me parecen muy correctos los planteos generales que hemos podido leer en la Rediunsa y muy oportunas las quejas de Cristina Moya. Nunca existió un criterio claro y mucho menos un reglamento detallado para el manejo de esos cargos, más allá del ideal que tal criterio tenga un consenso amplio y sea aceptado por toda la comunidad universitaria. La situación no solamente es profundamente asimétrica y conculca derechos generales y presupuestos de igualdad para el uso, acceso y permanencia en los cargos. Parece evidente que la peculiar “herencia” de los mismos denota una situación histórica donde un grupo de privilegiados, sobradamente conocido (si bien pareciera recién ahora identificado), ha usado, usa y abusa de la oscuridad que reina sobre el tema. En este grupo puede ser previsible la resistencia de algunos directores a abandonar las prebendas asociadas con tan cómoda situación personal. Es un imperativo inmediato para la comunidad universitaria esclarecer semejantes irregularidades y brindar una solución integral que proteja valores académicos y universitarios superiores frente a una realidad deplorable.

A la hora del diagnóstico descriptivo del problema, nuestra deplorable realidad es bien pedestre y también muy conocida. Esta realidad tiene mucho que ver con la crisis republicana de valores y el deterioro generalizado de las instituciones argentinas en las últimas décadas. En la decadencia, el sistema universitario argentino no ha sido, ni es, una isla impoluta. Por el contrario, en el ejercicio cotidiano de su cometido fue deformado y vaciado de sus valores fundamentales mediante decisiones políticas concretas. El llamado “Modelo Shuberoff” en la universidad argentina, inconfeso pero siempre actual a través del sólido respaldo que le proporciona la LES vigente, fue exportado a lo ancho y a lo largo del país. Este modelo le asegura a la Universidad esa condición de mero botín político adicional en la arena donde se baten aparentes y minúsculas rencillas partidarias. La falacia del esquema es simple y contundente ---la he oído personalmente en Buenos Aires, hace muchos años, de boca de un encumbrado funcionario de gobierno--- “...como la juventud no suele acercarse al comité, es muy conveniente instalar el comité en la Universidad y esto nos permite financiar gran parte de nuestras organizaciones juveniles con dineros del Pizzurno ....”. A confesión de partes, relevo de pruebas. Lo cierto es que a lo largo de los años este esquema ha probado funcionar muy bien y fue arrasando, en forma paulatina pero inexorable, con nuestros valores universitarios de antaño, valores siempre respetados en el resto de los países del planeta que saben proteger sus instituciones e intereses de un modo genuino. Hoy, entre las penurias sociales visibles, el daño educativo es profundo y extenso excediendo a la Universidad tras el penoso y previsible resultado que cosecha la aplicación general del EGB y el Polimodal en los niveles iniciales y medios de la educación argentina. Realizar modificaciones adecuadas en la LFE y la LES pueden ser pasos necesarios y muy importantes en el camino de restablecer condiciones educativas de excelencia, pero no son los únicos. Antes de cambiar las leyes educativas tal vez tiene mayor significado realizar un diagnóstico descarnado de la situación, advertir cuales son esos valores perdidos que se deben recuperar y reflexionar acerca de como la sociedad y nosotros como parte de ella, hemos aceptado tan alegremente dilapidar nuestros recursos convirtiendo, entre otras muchas cosas, a la universidad argentina en el degradado comité de segunda clase que vemos hoy. Se han distribuido Universidades Nacionales a casi todos los punteros municipales del Gran Buenos Aires y se le ha dado la espalda a la mayor parte de los mecanismos destinados a la selección de las personas más idóneas en la esfera educativa cuando ellos no convenían al ansiado control partidario. Se crean carreras nuevas sin respaldo académico con la finalidad primaria, siempre inconfesa, de tener a padrón cautivo la reelección asegurada de los amigos en el gobierno universitario. El colapso de la Escuela de Medicina de la UBA en las últimas décadas, esa que hace 40 años era la mejor de Latinoamérica y la misma que le dio al país tres premios Nóbel en ciencias duras, es ejemplo elocuente del éxito destructivo de estas políticas disfrazadas de “ampliaciones democráticas”. Hoy la UBA se ubica muy atrás en el ranking de calidad de las Facultades de Medicina argentinas establecidas por CONEAU, y no por los avances de los otros centros sino por los crudos términos del deterioro relativo. La moneda del clientelismo y el amiguismo han sustituido a los antecedentes, al talento y a la capacidad. La consigna es juntar votos a como de lugar. Así tenemos un presente con una clase política en baja y fuertemente cuestionada (el ex-Rector, casi-vitalicio de la UBA, es procesado hoy por sus cuantiosas e inexplicables inversiones inmobiliarias en la costa oriental de EEUU, seguramente habidas “con dineros del Pizzurno”) y aquí estamos con la mayor parte de las universidades controladas por grupos de personas que distan mucho de haberlo hecho por méritos académicos. Suelen semejar más a “clubes sociales”, en donde comisiones directivas afianzadas y establecidas reparten, muy discrecional (discretamente en lo posible), bolillas blancas y negras a hijos y entenados. Para obtener sus primarios fines de permanencia y control, los métodos mafiosos análogos de apriete y coacción, tan propios de nuestra política nacional, son bien conocidos en los claustros. Las universidades también tienen sus “Luisitos Barrionuevos”. Como en el Congreso Nacional y a la hora de la verdad, tal vez se advierta que no hay voluntad política para el cambio. Sea por inercia del propio sistema o tal vez por comodidad de los usuarios, quizás mañana no sea posible lograr una mejora en el sistema. Así la Universidad seguirá practicando el popular deporte argentino de declamar blanco y hacer negro.

Hace un par de meses atrás, en una residencia académica en la Universidad de Salzburgo, he podido comprobar que tan simple puede ser la solución a nuestros problemas universitarios. Cuando uno esta en la lona total, como los japoneses después de Hiroshima y Nagasaki (o la Argentina con más de 5.000 puntos de riesgo país), limitarse a copiar los buenos ejemplos suele resultar una salida brillante. El asunto es copiar todo lo posible y copiar bien. Optar por introducir variaciones propias de nuestra “viveza criolla” nos está resultando fatal. En la secretaría del Instituto de Mineralogía de la Univ. Salzburgo, como en casi todas las instituciones universitarias europeas, existe colgado en lugar visible un ranking actualizado donde se encuentra todo el personal docente-investigador del instituto ordenado conforme a sus valores decrecientes en el Science Citation Index. Un detalle no menor es que a la hora de elegir sus autoridades académicas (Directores, Decanos, Rectores), todo el personal D-I sólo puede votar a los tres primeros en el mencionado ranking. Sus filiaciones políticas resultan irrelevantes y huelgan aclaraciones adicionales sobre el alto valor académico de semejantes elecciones. Por supuesto que en Austria, como sucede en toda la Comunidad Europea, no existe algo tan oneroso, exótico e inútil para la enseñanza superior como nuestra inefable CONEAU y tampoco se dedican a repartir carreras nuevas y universidades como si fueran kioscos. Tal vez no necesitan ubicar a sus correligionarios, esos que concluyen con su período parlamentario en el Congreso, en un “retiro académico” descansado y solvente, o quizás estimen que dispersar sus recursos humanos y materiales, en la expansión permanente del sistema universitario, podría afectar a futuro en forma negativa la calidad de las formaciones profesionales y la excelencia de sus centros universitarios (sabrán perdonar, pero son esas cosas extravagantes que pueden llegar a pensar amarretes europeos cuando planifican sus instituciones o redactan sus leyes). Como ideas y ejemplos son contagiosos, a lo mejor mañana algo así nos puede acontecer a nosotros, confiemos. Creo que a esta altura y en perspectiva, todos podemos apreciar las bondades de una ley educativa simple y bien intencionada, por ejemplo esa 1420 de Avellaneda, que iluminó los mejores años de la república, frente al calamitoso desastre prohijado por las farragosas y maliciosas leyes vigentes. Por una luz en el futuro argentino, es deseable obtener lo antes posible esa nueva normativa legal en materia educativa, breve en su articulado y concisa en la defensa de la calidad de la educación, que margine del sistema universitario a la política partidaria, al clientelismo y a la mediocridad.

Se ha sugerido que alguna “razón académica totalitaria” podría estar en el origen de nuestro problema local. Coincido en que hay varios, tal vez demasiados, totalitarios, irrespetuosos e hipócritas tomando decisiones en el actual sistema universitario, pero estoy seguro que muy pocos de ellos, si es que hay alguno, es un académico convencido, esgrime razones académicas y/o defiende valores académicos. Para nuestro consuelo se percibe con claridad que las arbitrariedades de la UNSa, como las que hoy nos ocupa, no son una calamidad que nos cae del cielo sólo a nosotros. Son moneda corriente en otras universidades de Argentina. En algunas los Fondos de Finalidad 8 Ciencia y Técnica terminan financiando desde comedores hasta el parque automotor o huecos agónicos de fin de año en las cuentas corrientes. Al menos aquí el CIUNSa siempre hizo uso de esos fondos en investigación. El análisis general del problema nos lleva siempre al mismo lugar. No aparecen voluntades suficientes para defender los valores adecuados y el sistema decae en forma irremediable. Una realidad muy negativa de los Estatutos de la UNSa es la exclusión de los investigadores en el gobierno del CIUNSa. Aunque parezca retrógrado, los directores de proyectos y los investigadores son marginados de las decisiones y de la elección del Presidente. El CIUNSa es un cuerpo colegiado tripartito insólito donde los miembros docentes son representantes de las Facultades. De este modo su elección es resorte de los consejos directivos respectivos. Así, en el gobierno del CIUNSa, los estamentos no docentes gozan de una doble representación, pero los docentes que efectivamente hacen investigación se encuentran formalmente excluidos y deben peticionar por nota frente a autoridades que por lo común representan otros intereses. Quién piense que son casualidades es posible que se equivoque de parte a parte. Lo comentado es tan casual como la LES vigente, la ley que le ha posibilitado a un Jefe de Prácticos ser el “Rector de la Democracia en la UBA”, durante casi veinte años seguidos, con los resultados a la vista. Resultan ser las respuestas casi obvias a las necesidades funcionales de un modelo perverso. Considero que el problema local y puntual de los Auxiliares de Investigación-CIUNSa deviene como consecuencia a largo plazo de normas maliciosas o en la falta de normas, y el obstáculo mayor previsible a una solución ecuánime, radica en el río revuelto que beneficia indebidamente a muchos totalitarios disfrazados de corderos. No se crea que el “modelo Schuberoff” tuvo vigencia sólo en la UBA. Son consecuencias lógicas de haber extraviado el debido respeto a los valores universitarios y priorizar en el tiempo esas conocidas “transas” propias de la comisión directiva del “club social” UNSa. La solución de fondo al problema requiere: A) un compromiso efectivo de la sociedad, pero en especial de la comunidad universitaria, para defender el conocimiento, la transmisión del conocimiento y los valores académicos universales asociados con ellos, frente a la demagogia funcional y el facilismo. B) detrás de este compromiso, modificar los Estatutos de la UNSa y poner el CIUNSa en manos de los docentes-investigadores de la Universidad para defender los valores citados en A).

Soy un testigo lúcido y víctima cierta de algunas arbitrariedades del CIUNSa en la materia desde el año 1991 cuando, como Director de Proyecto ID, me fueron arrebatados esos cargos en contexto irrespetuoso y arbitrario. Como investigador jamás he incumplido y no puedo estar disconforme con mi trabajo y mi vocación, que me llenan de satisfacciones. Tal vez como asegura aquel refrán popular, nadie es profeta en su tierra. Cierta justicia elemental y el reconocimiento por mi labor profesional provienen, en mi caso, mayormente fuera de los predios de la UNSa y de Argentina. Pese a reclamar de un modo reiterado y prolijo por el atropello sufrido a las cuatro administraciones siguientes, incluida la actual, nunca he obtenido una respuesta satisfactoria y coherente. Se sabe que los auxiliares de investigación no tienen derechos adquiridos ya que sus designaciones son interinas y a término. Todos sabemos además que la Universidad puede cambiar la política de asignación de cargos con causas fundadas, pero no avalar agravios alevosos e infundados contra un grupo de investigación que siempre tuvo alta producción. Sería muy ingenuo de mi parte (y también de parte de los miembros de la comunidad universitaria en general) imaginar que esto sólo me puede ocurrir a mi. Le puede suceder a todo aquel que, por una u otra circunstancia, se encuentre en situación de obstáculo casual o genere apetencia de alguna naturaleza objetiva en ciertos socios prepotentes y dominantes del “club UNSa". Tal situación si que es peligrosa, discriminatoria, concreta, actual y lamentable. Denunciarla servirá para prevenir casos análogos y modificar este tipo de conductas en la universidad.

Frente a estas realidades, coincido también en la conveniencia de realizar un debate amplio y obrar con alguna urgencia:

Sin una solución de fondo y en un ejercicio intelectual hipotético, es posible arrimar “parches cosmetológicos” a espera de aquella. La situación ha de mejorar, con buena protección de las muchas actividades universitarias y académicas vinculadas seriamente a la investigación científica y tecnológica, por medio de un reglamento transitorio, pero reglamento al fin, que evite arbitrariedad y discriminaciones. En las consideraciones generales comparto las apreciaciones sensatas de Mario Boleda. Es muy difícil disentir con ellas y pese a provenir de las ciencias sociales, son válidas también para las otras ciencias de la naturaleza. No es conveniente transformar los auxiliares de investigación en becarios de investigación si ello sólo sirve para ampliar el número de becarios, a expensas de los auxiliares, pero con la baja retribución que le conocemos a las becas universitarias de ayuda económica. Mucho menos si, encima, son de vigencia anual y es intención repartirlos con liviandad, inclusive en los proyectos fantasma. El investigador joven en formación necesita un sueldo decoroso para vivir sin otras preocupaciones existenciales que su trabajo durante el tiempo que duran las investigaciones serias, con posibilidades de arribar a conclusiones de valor. Esto al margen del nombre de los cargos en cuestión. Becarios de Investigación es tan bueno como Auxiliares de Investigación cuando se cubren con graduados jóvenes para formarse en un grupo de trabajo acreditado. Los cargos no son para cubrir con estudiantes del pre-grado ni para financiar otras actividades. Mientras se cumplan estas condiciones y surjan resultados de calidad en las tareas, la Universidad, a través del CIUNSa, debería respaldar estas asignaciones en todos los grupos de trabajo que demuestren su competencia.

La tarea de apuntalar a los postgrados es por demás importante como lo señala muy bien Cristina Moya. Se cubre automática y naturalmente con estas actividades cuando no se desvían de sus finalidades específicas. Este último es un punto relevante y lo advierte Mario Boleda: los docentes pueden no ser investigadores, pero a la hora del cobro de incentivos han crecido en forma exponencial los proyectos y trabajos del CIUNSa que nunca han brindado otro aporte que no sea permitir el cobro indebido del beneficio a sus mentores. Se impone un control de gestión competente para asegurar calidad y evitar fraudes, pues sería doblemente deplorable dispersar los bajos recursos de investigación asignando becarios anuales o bianuales en proyectos fantasmas. Aquí volvemos al mismo lugar. El CIUNSa actual no puede asegurar este control en el contexto que le conocemos.

Como la Universidad no tiene cargos PAU adecuados en el escalafón técnico para asegurar carreras decorosas a sus técnicos, con el tiempo, un número considerable de cargos de Auxiliares de Investigación del CIUNSa han cubierto la sensible falencia en laboratorios y talleres especializados. Es tema mayor que no se debe desatender. Se impone pasar al escalafón técnico de la UNSa los cargos cubiertos al presente en funciones técnicas valiosas y no convalidar los desvíos acontecidos hacia cargos meramente administrativos.

El proyecto modificatorio del Reglamento de Becas de Investigación que se presenta con la intención de ir absorbiendo los actuales cargos de Auxiliares de Investigación adolece de varios defectos. Estas becas también son designaciones interinas a término, para alcanzar objetivos concretos, en un proyecto definido, bajo la guía de un investigador formado. Las Becas de pre-grado (BIEA), de un año de duración, se deben excluir del Reglamento de Becas, pues el apoyo a los estudiantes carentes de recursos para graduarse pertenece a otras oficinas de la Universidad y escapa al ámbito del CIUNSa. Tales becas malbaratan recursos y son inútiles para introducir a los jóvenes en la labor creativa de un proyecto de investigación, labor que requiere dedicación exclusiva a lo largo de un tiempo mínimo de dos (2) años. La experiencia indica que los estudiantes de los últimos cursos privilegian su tiempo (inclusive renuncian a las ayudantías docentes) para dedicarse por completo a rendir sus materias o para completar sus trabajos finales de graduación. Otorgar una beca en tales condiciones, en el 95% de los casos va a implicar un subsidio de estudio gratuito. El apoyo formativo se debe concentrar en investigadores jóvenes graduados con becas renovables de dos a cuatro años de duración (BII = dos años, BIP = tres años y BID = cuatro años), el tiempo mínimo para obtener resultados de valor en las investigaciones. Se recuerda que el promedio de las buenas tesis de doctorado en ciencias (pese a todas las buenas intenciones en sentido de acortar los tiempos) se encuentra invariablemente alrededor de los seis años. Se debe agregar la categoría Beca Interna Postdoctoral (BIPD = cuatro años), de naturaleza renovable, para brindar apoyo a investigaciones de largo aliento en los grupos de trabajo formados, investigaciones que hoy encuentran ese apoyo en el servicio brindado por los Auxiliares de Investigación. El acceso a becas de iniciación se garantiza con los antecedentes del director y la permanencia en las becas se debe acreditar siempre con el cumplimiento de los planes de trabajo y los resultados de las investigaciones. El manejo adecuado de las becas, como el de los programas-proyectos-trabajos de investigación, requiere un control de gestión de muy buena calidad que difícilmente lo pueda brindar la estructura actual del CIUNSa.

Cordialmente,

Ricardo Sureda

PS: agradeceré hacerlo circular, vía e-mail, en todos-UNSa.


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