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Irak visto a través del espejo americano

Anonyme, Martes, Diciembre 30, 2003 - 10:38

Robert Fisk

Algo muy desagradable está desatándose en Irak. Justo esta semana, un comandante de compañía de la primera División de Infantería estadounidense en el norte del país admitió que, para sacar información sobre los guerrilleros que están matando tropas estadounidenses, era preciso "inculcar miedo" a los aldeanos. Un intérprete Iraquí que trabaja para los estadounidenses acababa de sacar de su casa a una anciana para asustar a sus hijas y nietas y hacerlas creer que la llevaban detenida.

Un comandante de batallón en la misma zona lo explicó aún con mayor claridad. "Con una buena dosis de miedo y violencia, y mucho dinero para proyectos, creo que podemos convencer a esta gente de que estamos aquí para ayudarles," dijo. Hablaba de una aldea que sus hombres habían rodeado con alambre de espino, sobre el que había un letrero que decía: "Esta valla está aquí para su protección. No se acerquen ni traten de cruzarla, o recibirán un disparo."

Intente explicar que este tratamiento -y estas palabras- ofenden la misma humanidad básica de las personas a las que los estadounidenses dicen que vinieron a "liberar" y se encontrará en Bagdad con la misma explicación: que un "resto" muy pequeño de "intransigentes" -leales al ahora capturado Saddam Hussein, etc. etc.- tienen que ser apartados de los civiles a los que están "intimidando".

Señalar que la intimidación procede en gran parte de las fuerzas estadounidenses de ocupación -para horror de los ingleses en el sur de Irak que temen, comprensiblemente, que la venganza Iraquí les visite al igual que lo hizo con los italianos y españoles- es inútil.

Por el contrario, nos cuentan que las tropas estadounidenses se están ganando esos famosos corazones y mentes con el espíritu de la Navidad. Hubo un cruel ejemplo de ello - y del inherente racismo que impregna incluso los reportajes de tales acontecimientos - en la agencia Associated Press, justo esta semana.

Al describir cómo un soldado estadounidense con un sombrero de Santa Claus repartía animales de trapo a los niños, el periodista Jason Keyser escribió que un niño de 11 años "miraba desconcertado, después sonrió" cuando el soldado le dio una pequeña cabra de trapo. Después proseguía el reportaje: "otros de la multitud de en su mayor parte Musulmanes asían codiciosamente la caja," añadiendo la observación del soldado que: "Estos no saben cómo manejar la generosidad."

No dudo del deseo del soldado de hacer el bien. Pero ¿qué va a hacer uno con los "en su mayor parte musulmanes" que "asían codiciosamente" los regalos? ¿O con los insensibles comentarios del soldado acerca de la generosidad? Los periódicos iraquíes han estado sacando en portada una postal navideña producida por las tropas estadounidenses en Bagdad: "1er Batallón, 22ª Infantería ¡les desea unas muy Felices Navidades!" dice.

Pero la ilustración es la de Saddam Hussein con su barba desaliñada justo después de su captura, llevando un sombrero de Santa Claus en la cabeza. Bastante chistoso para nosotros, sin duda -personalmente no puedo pensar en mejor hazmerreír derrotado para hacer de San Nicolás- pero un claro insulto a los árabes sunitas que, por mucho que puedan aborrecer a la bestia de Bagdad, verán en esta tarjeta un deliberado intento de humillar a los Musulmanes Iraquíes. Corresponde a los Iraquíes degradar a su ex presidente, no a sus ocupantes estadounidenses.

Es casi como si las potencias ocupantes desearan mirar a través del espejo de Alicia. Esta semana, tuvimos la extraña declaración del General Británico Graeme Lamb de que Saddam podría comparase con el Emperador Calígula. Aquí el buen general estaba basándose probablemente en los Doce Césares de Suetonio al emitir sus opiniones sobre Calígula. Pero hay que decir que, el romano era mucho mas loco que Saddam e incluso más desconsiderado con la vida humana.

Con el loco Uday Hussein, hijo de Saddam, pudiera establecerse un paralelismo más apropiado. Pero, ¿qué se espera lograr con todo esto? Un juicio por graves crímenes de guerra - preferiblemente fuera de Irak y lejos de la contaminada judicatura del país - es la manera de definir la naturaleza del repulsivo régimen de Saddam.

Todas las comparaciones del ex dictador con Hitler, Stalin, Atila el Huno o Calígula -así como todas las sugerencias de que Tony Blair o George Bush son Winston Churchill- son infantiles. E insistamos, les parecerán insultantes a los musulmanes sunitas de Irak, la única comunidad que los estadounidenses deberían estar desesperados por aplacar, puesto que son los sunitas los que principalmente están resistiéndose a la ocupación.

Pero el efecto espejo parece haber calado en el seno de la autoridad entera del procónsul estadounidense Bremer. Al igual que el presidente George Bush, a Bremer le ha dado ahora por repetir el absurdo de que cuanto mayor sea el éxito de Occidente en Irak, más frecuentes serán los ataques contra las tropas estadounidenses.

"Personalmente creo que tendremos más violencia en los próximos seis meses," dijo hace un par de semanas, "y la violencia será precisamente consecuencia del hecho de que vamos camino del éxito." En otras palabras, las mejores cosas surgen, cuanto peor sea llegar a ellas. Y cuanta mayor violencia, mejor lo estamos haciendo en Irak.

No me preocuparía tanto por estas tonterías si no se reflejaran sobre el terreno en Irak. Tómese la declaración estadounidense -ahora considerada un absurdo- de que mataron a "54 insurgentes" en Samara hace un mes. La verdad es que mataron al menos a ocho civiles y ni pizca de evidencia de que mataran a nadie más. Pero todavía insisten en referirse al cuento de su gran victoria.

La semana pasada, sacaron una versión similar del mismo cuento. Esta vez hubo 11 "insurgentes" muertos en Samara. Pero cuando The Independent investigó, solo pudo encontrar datos de cuatro civiles muertos y muchos heridos. Ninguno de los heridos -presumiblemente "insurgentes" si los Americanos se creen su propio cuento- había sido visitado en el hospital por las fuerzas estadounidenses que podrían, si no les cuestionaban, al menos haberse disculpado.

Una costumbre aún más rara se ha manifestado ahora entre los portavoces de las autoridades de ocupación. Cuándo un tanque arrolló a un prominente clérigo Musulmán Chiíta en el suburbio de Sadr City en Bagdad hace tres semanas, declararon que se trató de un "accidente de tráfico", como si pasar con un tanque Abrams M1A1 por encima de un coche y de un prelado con sus vestiduras fuera el tipo de cosas que pueden suceder en cualquier calle del centro.

A los pocos días, después de que un camión-bomba se estrelló contra un coche y mató a 17 civiles, los chicos de la ocupación esparcieron la misma basura otra vez. Fue, dijeron, un accidente de tráfico de un camión cisterna. Pero no había ninguna cisterna conectada al camión.

Las primeras tropas estadounidenses en llegar a la escena encontraron las granadas usadas para detonar la bomba y todas las víctimas estaban destrozadas en pedacitos; no quemadas, como habría sucedido si el camión cisterna simplemente se hubiera incendiado. Los que llegamos al lugar de los hechos poco después de la matanza todavía pudimos percibir el olor de los explosivos. Pero fue un "accidente de tráfico".

Justo ayer asistimos a un acontecimiento igualmente extraño. Informaron de que aviones reactores, aviones C-130 con ametralladoras, y artillería pesada estaban atacando a las "bases guerrilleras" del sur de Bagdad en la operación Martillo de Hierro. Pero la investigación demostró que los objetivos eran campos vacíos y que parte de la artillería pesada disparaba ráfagas en blanco como parte de un ejercicio rutinario de mantenimiento.

Así pues, tomemos nota. Los rebeldes son civiles. Los camiones bomba y los tanques que aplastan a civiles son accidentes de tráfico. Y los civiles "liberados" que viven en aldeas cercadas con alambre de espino deben aguantar "una buena dosis de miedo y violencia" para hacerles entrar en vereda.

En algún lugar del camino, probablemente también les hablarán de democracia.

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