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El zapatismo cumple diez años

Anonyme, Martes, Diciembre 30, 2003 - 09:29

John Holloway

Texto de Holloway escrito hoy por el aniversario del zapatismo. Un buen año 2004 para todos.

El levantamiento indígena y campesino de Chiapas, ocurrido hace una década, significó un doble punto de inflexión: para la globalización neoliberal y para los movimientos de izquierda tradicionales.
Se cumplen 10 años desde la aparición dramática del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el 1ø de enero de 1994. Hay que celebrarlo.

Antes de que los zapatistas proclamaran su revuelta de la dignidad, parecía que el mundo se había cerrado. Los movimientos revolucionarios de los 60 y los 70 parecían muy lejanos. La Unión Soviética había desaparecido y ya no ofrecía siquiera una parodia de esperanza. Parecía que no había alternativa a la homogeneización neoliberal.

No es sólo que los zapatistas se rebelaron en un mundo donde parecía que no había espacio para la rebelión. Es la forma en que se rebelaron. La rebelión zapatista no es una repetición de rebeliones anteriores, no es la aplicación de una fórmula preexistente.

Desde los primeros comunicados estaba claro que ellos hablaban un nuevo lenguaje, presentaban una visión diferente de cómo cambiar el mundo. Se hizo evidente que las bromas, los cuentos y la poesía de los comunicados no eran decoraciones externas sino que eran centrales para la forma en que los zapatistas concebían su revuelta.

Su revuelta no era una revolución orientada a conquistar el poder del Estado. "¡Queremos hacer un mundo nuevo!", dicen, "¡pero no nos interesa ganar el poder estatal!"

Los comunicados de Marcos han cautivado por su ingenio y belleza, pero el zapatismo no son sólo palabras bonitas. Detrás de los comunicados había un ejército y una organización social. Los zapatistas hablan de los tres ejes de su lucha: el fuego, la palabra y la organización.

El fuego se refiere a su organización como ejército, el EZLN. Si bien el ejército sigue siendo importante para la autodefensa del movimiento zapatista, sus éxitos no han sido militares: es el poder de la palabra que ha jugado el papel principal.

Tanto el fuego y la palabra descansan en la fuerza sólida del tercer eje, la organización. Hay un proceso constante de trabajo de miles y miles de personas para transformar su parte del mundo, para defender y construir comunidades basadas en la rebeldía, la dignidad y el principio de mandar obedeciendo.

No se trata simplemente de comunidades tratando de defender sus tradiciones de la invasión del mundo exterior: es una lucha para construir sobre estas tradiciones para transformar sus comunidades.

Un realismo mágico: el realismo de las comunidades zapatistas se enfrenta con el realismo neoliberal, se opone al capitalismo con un lenguaje, una lógica y una forma propias de hacer las cosas. Esto es lo que ha permitido a los zapatistas resistir por diez años los ataques militares, los intentos de cooptarlos y corromperlos, las descalificaciones y reinterpretaciones de la izquierda tradicional. Y no sólo han resistido, sino que han creado y crecido, manteniendo su frescura.

En esto, los silencios son cruciales. Sus iniciativas han sido puntuadas por períodos de silencio. En esos momentos, sus enemigos anuncian (otra vez) que el zapatismo está muerto, que Marcos está enfermo o que hay divisiones en la comandancia.

En realidad, los períodos de silencio son etapas de discusión intensa dentro de la comunidades, acerca de la dirección del movimiento y cuál debería ser su próxima iniciativa. Los silencios no son agujeros en la lucha sino parte esencial del ritmo de la lucha.

Pero ¿por qué estamos celebrando nosotros, que vivimos lejos de Chiapas, que no somos indígenas o campesinos, que vivimos en las ciudades? ¿Es porque reconocemos lo justo de su lucha contra la pobreza y la discriminación? Sí, por supuesto, pero eso no es el punto.

Celebramos porque su revuelta es nuestra revuelta, porque su rebelión viene de dentro de nosotros, porque su grito contra el neoliberalismo es también nuestro grito.

Sin esto, la lucha zapatista se vuelve incomprensible. El levantamiento zapatista es, por supuesto, un levantamiento de las comunidades indígenas, pero las formas y movimiento de la lucha son inseparables de su resonancia en el mundo.

No es que sintamos solidaridad con los indígenas de Chiapas. Es más bien que entendemos que su lucha es nuestra lucha. Cuando dicen que están luchando por la dignidad, sabemos que nosotros también estamos luchando por dignidad en contra de una sociedad que nos aplasta. Cuando dicen que se cubren la cara para que puedan ser vistos, sabemos que su lucha es la lucha de los sin voz y sin rostro de todo el mundo.

Es por esto que el levantamiento zapatista ha jugado un papel tan importante en las luchas contra la globalización neoliberal en los últimos años. Diez años y, como ellos dicen, apenas estamos empezando

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