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La Provocación del Peronismo

Anonyme, Lunes, Diciembre 22, 2003 - 09:09

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico.

El peronismo como en cada momento decisivo donde se mide, en última instancia, a que intereses responde vuelve a ser el partido del orden. Ayer con Isabelita, en los '90 con Menem, en el 2002 con Duhalde, hoy con Kirchner.

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"Los piqueteros tienen que desaparecer".
Ministro de Interior, Aníbal Fernández.

"Una decidida y firme acción del Estado contra los piqueteros".
Presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Alberto Alvarez Gaiani.

"Endurecer la relación con los piqueteros y volver a poner orden".
Diputada Justicialista, Chiche Duhalde.

"Hay grupos que necesitan que el Estado los reprima".
Jefe de Gabinete, Alberto Fernández.

"No me extraña que sea una especie de autoatentado. Castells y Néstor Pitrola (del Polo Obrero) están necesitando un muerto, y como el Gobierno se plantó firme y no reprime, no me extraña que hayan explotado eso".

Jefe de la FTV en la CTA, Luis D'Elía.

Kirchner lo hizo:

Super K no se conforma con amenazar con una Brigada Antipiquetera.

El señor K no se conforma con mantener procesados a 2.500 luchadores.

El efecto K no se conforma con haber pagado durante este año 2.500 millones de dólares al FMI.

La administración K no se conforma con congelar los salarios públicos y las jubilaciones para todo el 2004.

Mister K no se conforma con el 50 % de trabajadores en negro.

El presidente K no se conforma con el 39 por ciento de asalariados que ganan menos de $ 300.

La variante K no se conforma con no esclarecer la masacre del 20 de diciembre de 2001 y la del Puente Pueyrredón del 26 de junio de 2002.

El estilo K no se conforma con operar para dividir al movimiento piquetero apelando a viejos militantes setentistas que deshonran la memoria de sus ex compañeros revolucionarios.

En los '70 el peronismo inauguraba la democracia parlamentaria con el gobierno del "Tío Cámpora" y la clausuraba con la Triple AAA.

El gobierno peronista firmó los decretos para aniquilar la subversión. Isabel Martínez de Perón, Luder y Ruckauf. Este último se jactó, el año pasado, de estar dispuesto a hacer lo mismo. ¿Quiénes serán para el PJ ahora los subversivos? ¿Los piqueteros que no negocian su dignidad? ¿Las asambleas insumisas? ¿Los obreros reapropiadores no cooptados? ¿La multitud productora en lucha?

El PJ en cualquiera de sus variantes, en momentos críticos, siempre defenderá los intereses del capitalismo. Cerrará filas con los patrones. Grandes o pequeños, financistas o industriales, agrarios o comerciales, dolarizadores o devaluadores, conservadores o progresistas.

El peronismo como en cada momento decisivo donde se mide, en última instancia, a que intereses responde vuelve a ser el partido del orden. Ayer con Isabelita, en los '90 con Menem, en el 2002 con Duhalde, hoy con Kirchner.

La nueva acumulación originaria en marcha no tolera la indisciplina de los hacedores de toda riqueza: los trabajadores asalariados o desempleados por el capital.

El 20 de diciembre de 2003 estalló una bomba en plena concentración de la multitud en la Plaza de Mayo. El 20 de diciembre de 2003 el peronismo coaguló su provocación preparada en las últimas semanas.

El justicialismo no puede permitirse perder el control de las calles. El debilitamiento de su hegemonía no soporta que "las plazas rojas" sean mas genuinas que su acto celeste y blanco. El PJ, un partido del orden, está llamado a eso: a poner orden.

En épocas de desempleo estructural y pobreza de masas permanente, para el peronismo, su mayor apuesta, es preparar lentamente el enfrentamiento militar entre fuerzas sociales. Destacamentos piqueteros "progresistas" contra los piqueteros anticapitalistas.

Usa como ariete las declaraciones de los grandes capitalistas y a la prensa canalla. Pero también ensalza a la fracción patronal de "la clase media", una burguesía pequeña, para que respalde como frente social una represión contra los trabajadores excluidos del salario. Mientras tanto esta porción capitalista disfruta de la expoliación de los asalariados que son la contracara, para su constitución, como empresarios pequeños y medianos.

La fuerza asalariada, condenada a vender su potencia de trabajo, está recomponiendo sobre la base de empleos precarios, polivalencia y jornadas extenuantes de 12 horas diarias, los capitales de la clase media empresarial. Para ellos la devaluación de Duhalde-Lavagna-Kirchner ha sido la argamasa para recomponer, temporariamente, el bloque capitalista resquebrajado después del 19 y 20 de diciembre de 2001.

Contra las provocaciones del capital y sus gerentes variopintos, la judicialización de la protesta, la cooptación y la represión, los insumisos cerraron filas.

Ante el embate antisistémico de los luchadores populares, la clase de los patrones procede igual.

De manera fulminante, o en cuotas; con represiones masivas, o con la cárcel y muertes selectivas; conservadores, progresistas y todos sus lacayos mediáticos están dispuestos a arrinconar al movimiento antisistémico.

El capital y su estado solo tiene para ofrecer la esclavitud del trabajo asalariado y el desempleo. Para los hacedores de la riqueza, los trabajadores, sumisión al yugo obrero y clientelismo. Para los rebeldes: aislamiento y represión.

Las nuevas formas de organizar la antagonía del trabajo:

Los empresarios hicieron la mitad de la tarea revolucionaria de los luchadores de antaño: extinguir, de manera permanente, para millones de trabajadores el salario. El posfordismo es la mas creciente abolición del empleo tarifado. La morfología actual del capital, y no una mera apelación ideológica autonomista, es lo que permite no seguir suplicando, o luchando, por la quimera del trabajo digno para las compañeras y compañeros desempleados.

Históricamente en el capitalismo el único trabajo, para los que carecen de medios de producción propios, es el asalariado. Deshumanizante y recreador de mas capital y poder para los patrones y su estado. Pero aún queriendo ser esclavos, en el siglo XXI, no hay empleos para todos. No le pidamos al capital lo que hace una década no puede dar.

En el ciclo hegemónicamente posfordista la sociedad lucrativa y dineraria funciona con legiones de parados... o no funciona.

El 2001 fue el preludio de la república asamblearia. El 2002 afianzó las prácticas autoorganizadas. El 2003 termina con el poder intentando cerrar toda perspectiva del libre intercambio del valor de uso y consumo de las miles de familias campesinas antisistémicas, los desocupados con independencia de clase, las asambleas rebeldes y las fábricas recuperadas no cooptadas. Una práctica del estado de excedencia que aspira a clausurar toda autonomía constituyente de masas. Del conjunto del movimiento dependerá que así no sea.

Hay que crear. Los viejos sindicatos, sacando raras excepciones, se han tornado estériles o contraproducentes para afianzar la antagonía obrera. Los asalariados ocupados necesitan explorar la posibilidad de generalizar la formación de organismos asamblearios por afuera de los sindicatos.

Un forma organizativa subterránea y cautelosa para evitar los despidos antes de que salga a la luz la lucha obrera. ¡Quién mejor que los asalariados saben que la democracia capital-parlamentaria termina en la puerta de la fábrica! Una autoorganización de organismos creados afuera de la empresa donde los propios trabajadores, cuando lo crean oportuno, puedan reintroducir y visibilizar su práctica antagónica de clase. Ponderando la conveniencia, o no, de ganar el sindicato.

O por el contrario, extender su acción desde organizaciones mas amplias que las históricamente encargadas del conflicto corporativo (el gremio), sin por esto tener que pasar, como en el pasado, por separar su lucha económica de la lucha política (el partido) que aspiraba a ser estado.

Separar lo económico de lo político es desafilar la potencia de lo social. Es instituir compartimentos específicos y especializados. El camino mas corto para que una parte del hacer (lo político) decida los ritmos y la intensidad de lucha económica. Empantanando los deseos y la vida de la constitución de una subjetividad múltiple: económica, política y social.

Sustituir la autoactividad de la multitud es la genealogía que explica la burocratización sindical y partidaria. Cuando un dispositivo externo a lo social; (económico) el gremio, (o político) el partido o el estado; decide por el sujeto colectivo constituyente se pone los cimientos de la delegación del poder hacer y el fin de la autonomía.

Las asambleas barriales pueden constituirse en una herramienta biopolítica de la multitud. Entrelazando la potencia social de los desocupados con la otra porción mayoritaria de "las clases medias urbanas" compuesta por trabajadores asalariados, comerciantes y profesionales autoexplotados.

Un catalizador social instituyente que, barrial y capilarmente, provoque un cortocircuito en los discursos y las prácticas represivas por parte del poder.

Para que los contra-discursos o la contra-hegemonía tenga densidad material se precisa un hacer conjunto y reflexivo. Una apelación al cerebro colectivo de los cuerpos resistentes. El discurso de la vida junto con la reproducción económica de la existencia. Ni una excluyente subjetividad simbólica, ni pura subsistencia material. Desear y hacer. Sentir y decir. Nombrar y actuar. Hacer pensando y pensar hacer. Moverse.

Al mismo tiempo una parte del movimiento proyecta la organización mas basta, aquí y ahora, de una resistencia material y subjetiva. Un contrapoder efectivo que articule lo social, lo económico y lo político. Que vislumbre la sociedad futura. Que concrete su imaginario presente y lo extienda, infinitamente, como su potencia.

Una institución afianzadora, y sus primeros logros colectivos, surgida de las distintas experiencias de las múltiples redes ya existentes, proveniente de los diferentes integrantes autónomos de la multitud productora -los piqueteros, las asambleas barriales, la contracultura, los campesinos y los obreros reapropiadores- que permanentemente busca desmembrar, como estrategia dominante, los patrones y el estado.

Una red que independiza, por lo pronto, una parte de su jornada laboral de los patrones y el estado. Y que entiende que mientras no se termine de abolir el capital, o lo que es igual: el trabajo asalariado en su conjunto, siempre estará en peligro de ser reprimida o cooptada por el estado.

Una resistencia que se prepara de mejor forma para enfrentar la lucha cotidiana contra el capital que nos habita y exprime.

No una ciudadela autista, sino una red de vínculos afectivos y materiales que instituyen una nueva subjetividad en permanente expansión. Una práctica que no hace de la espera o de lo exterior a su propio hacer, el depósito de todas sus esperanzas.

La insurrección de la multitud, por si sola, no provocó un cambio anticapitalista. El contrapoder por sí solo tampoco. Habrá que explorar cuales son los vínculos múltiples y complejos entre insurrección, contrapoder y un cambio radical: la revolución social.

El capital no regala "la paz democrática", sino que se conquista con cada acción constituyente, con cada acto de unidad contra la represión y con cada movilización multitudinaria.

El movimiento necesita progresar, en la práctica, con relación al imaginario que recorre buena parte de la autonomía: una red material y subjetiva del hacer comunal. Una prefiguración, aquí y ahora, de la república asamblearia con autogestión generalizada. Una reapropiación de lo económico y lo político desde la potencia del hacer de lo social.

Compañeras y compañeros, desperdiciar este valioso tiempo conquistado sin organizar el área autónoma resulta criminal.

Antagonizar al capital-parlamentario. Organizar la red de redes. Fraternidad de los oprimidos.

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico.

22 de diciembre de 2003

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