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Despertar de la lucha obrera en MéxicoAnonyme, Sunday, November 8, 2009 - 20:16 (Analyses | Economy | Politiques & classes sociales | Résistance mexicaine | Syndicats/Unions - Travail/Labor) Ciertamente, la manifestación del 15 de octubre es apenas el inicio de la lucha, del despertar de los trabajadores en México, luego de décadas de soportar la explotación y los sacrificio de todo tipo que le ha impuesto la burguesía ANTE LOS ATAQUES Y PROVOCACIONES DE LA BURGUESÍA * DESPIDO MASIVO DE OBREROS El 11 de octubre más de 40,000 trabajadores del sector eléctrico en México quedaron súbitamente sin empleo. La noche anterior, la policía federal antimotínes había tomado por asalto las instalaciones de “Luz y Fuerza del Centro” y Calderón -el presidente del país- decretado la “liquidación” de esta compañía paraestatal y, con ello, el despido masivo de obreros. Estos trabajadores se suman al millón de trabajadores que han perdido su empleo tan sólo en 2009 en el país. Por ello, el secretario del “trabajo” Lozano declara con todo cinismo que estas decenas de miles de despedidos en un día “no impactarán la tasa de desempleo nacional”. Por ello, el desvergonzado Calderón les recomienda que se sumen a los 12 millones de trabajadores que hoy sobreviven de trabajos individuales precarios. Y esto sin contar a los miles y miles de obreros que tienen que aceptar todas las rebajas a sus condiciones laborales y salariales que se les ocurren a los patrones, tales como los llamados “paros técnicos”, sin contar a los millones que están en desempleo abierto (y que las cifras oficiales ocultan), o a los que de plano siguen intentando irse a buscar trabajo en los Estados Unidos. Pero a la clase capitalista y su autonombrado “gobierno del empleo” (¡sic!) no le basta con el golpe de los despidos masivos, y ataca desenfrendadamente todas las condiciones de vida de la clase trabajadora. * DEMOLICIÓN DE LAS CONDICIONES DE SUSTENTO, SALUD, EDUCACIÓN... Los electricistas ya han advertido que la liquidación de “Luz y Fuerza” también tendrá como consecuencia el aumento hasta el doble de las tarifas de la energía eléctrica, al igualarse con las de la otra empresa estatal que ha quedado a cargo del servicio (la Comisión Federal de Electricidad). A la vista de los constantes aumentos de precios de estos últimos meses que impactan directa o indirectamente a los trabajadores (aumentos en la gasolina, gas, alimentos...), no hay duda que el gobierno buscará aumentar también el precio de la electricidad. Por otro lado, en los tres años del actual gobierno el presupuesto para el ejército ha aumentado 67% y para la policía en 250% (¡sic!), en cambio el presupuesto para educación, salud y demás gastos que representan una parte del salario de los trabajadores (el llamado “salario social” o “indirecto”) se reduce cada vez más. El resultado está a la vista: mientras la militarización de ciudades y regiones enteras del país avanza a pasos agigantados, las condiciones de alimentación, vivienda, salud y educación empeoran drásticamente, amenazando directamente la vida de los trabajadores y sus familias. Así, por ejemplo, ante la demolición del sistema de salubridad y la falta de obras públicas, se extiende la amenaza de más epidemias, no solamente de las de reciente creación, como la influenza AH1N1, sino también de otras que se consideraban ya erradicadas, pero que en la actualidad vuelven con fuerza redoblada -como si la sociedad hubiera retrocediendo en el tiempo. Tal es el caso de la epidemia del dengue: mientras que en el año 2000 hubo sólo unos cientos de casos en las regiones más cálidas y pobres de México, en los años más recientes los casos se cuentan ya por decenas de miles, y la enfermedad se extiende cada vez más, incluso hacia regiones en las que antes no existía la enfermedad. Lo más significativo, es que el dengue se contagia a través de la picadura de un mosquito que se reproduce en aguas estancadas, por lo que, más que cualquier otra estadística oficial, esta epidemia refleja la creciente carencia de viviendas adecuadas, de drenaje, de agua potable, de servicios públicos y de salubridad... es decir, refleja la miseria creciente en que se hunden cada vez más los trabajadores. * LOS CAPITALISTAS SALVAN SUS GANANCIAS, A COSTA DE LA VIDA DE LOS TRABAJADORES Así, pues, la clase capitalista y su Estado exprimen, por todos los medios que se les ocurre y hasta el máximo posible, a los trabajadores. Y ante el evidente y creciente descontento de la clase trabajadora, el Estado capitalista no hace otra cosa que ampliar y refinar sus medios de dominio ideológico, de opresión política y represión. Así, junto a la multiplicación de los ataques contra las condiciones de vida de los trabajadores, vemos cómo nos machacan diariamente con el circo electoral y parlamentario, vemos cada vez más cuerpos represivos en la calles y cada vez más fuertemente armados, y, finalmente vemos cómo los medios de difusión al servicio de la burguesía -especialmente la televisión- ocultan la realidad de la situación social mediante gigantescos y sistemáticos engaños y mentiras. El grado de las mentiras alcanzado por el gobierno es tal, que ya ni siquiera exige a los trabajadores aceptar mayores sacrificios en aras de un supuesto “futuro mejor para sus hijos” -como hacía antes-, pues hoy los trabajadores están ya cansados de esas falsas promesas y saben que ese “futuro mejor” nunca llegará en tanto exista el capitalismo. La propaganda del gobierno se basa ahora en presentar los mismos golpes que lleva a cabo contra las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores ¡como si fueran acciones en su propio beneficio! Así, el despido masivo de los 40,000 electricistas, (e igualmente el de otros miles de trabajadores del sector público, como los de la Reforma Agraria y los de Turismo), es presentado por el gobierno como un acto ¡“acto contra las minorías privilegiadas”!; y, en el colmo del cinismo, el alza de impuestos, el cual significa una reducción del salario real y un mayor empobrecimiento de todos los trabajadores, como... ¡“ayuda para los pobres”! Sin embargo, por más que la burguesía trate de ocultar con mentiras los ataques a las condiciones de vida de los trabajadores, la generalización de estos ataques a todos los sectores de trabajadores, sean del sector privado o público, de las fábricas, las oficinas, las escuelas o los hospitales, de la ciudad o del campo, solamente produce una indignación y descontento generalizados, cada día mayor, cada vez que se conoce de un nuevo ataque, de un nuevo abuso o arbitrariedad proveniente de la clase capitalista y su Estado. Tal indignación y descontento de la clase trabajadora se profundiza aún más, en la medida en que ésta comprende la causa de los despidos masivos, de la reducción del salario real, del empobrecimiento generalizado: el afán de ganancias de la clase capitalista. En efecto. La actual crisis económica del sistema capitalista decadente, con la contracción del mercado y la producción y la caída de las ganancias, trae aparejada no solamente el encarnizamiento de la competencia entre los propios capitalistas (en la cual los más poderosos sobreviven a costa de la bancarrota de los más débiles), sino ante todo, trae como consecuencia directa, que la clase capitalista busque recuperar o mantener su nivel de ganancias redoblando la explotación de los trabajadores asalariados, lo cual consigue principalmente de dos modos: Por un lado, “ahorrando” en fuerza de trabajo, es decir, despidiendo a los obreros que ya “no le son necesarios”, mientras aumenta la carga de trabajo para los que aún mantienen el empleo. Por el otro, disminuyendo el salario real de los trabajadores, directa o indirectamente, para de esta manera quedarse con una parte mayor de ganancias. Toda la propaganda de los medios de difusión al servicio de los capitalistas, así como las campañas y programas de supuesta “ayuda a los pobres” -que no son otra cosa que una limosna para intentar frenar el descontento-, buscan ante todo ocultar este hecho elemental, que la crisis pone al descubierto: que a la clase capitalista no sólo no le importa la vida de los trabajadores, sino al contrario, que el interés esencial de la clase capitalista es la obtención de ganancias a costa de lo que sea, incluso del despido de decenas de miles de obreros, o de la miseria, epidemias, desnutrición, falta de educación de millones de trabajadores y sus familias, e incluso a costa del sacrificio de la vida misma de estos. Pero, por ello mismo, la crisis capitalista trae al menos un “beneficio” para los trabajadores: les muestra, con claridad deslumbrante que, entre la clase capitalista y la clase trabajadora, hay intereses completamente contrarios; pone completamente al desnudo el antagonismo, la lucha mortal existente entre las dos clases sociales fundamentales de la actual sociedad: la burguesía y el proletariado. * ¡LA LUCHA DE CLASES ES INEVITABLE! Así, ante los desbocados ataques contra los trabajadores, ataques que además lleva a cabo en forma provocadora, argumentando cínicamente que “ayuda a los pobres”, pero a la vez poniendo por delante a su jauría judicial y policíaca, es la propia clase capitalista y su Estado la que empuja cada vez más a los trabajadores a ponerse de pie, a protestar, a luchar por sus condiciones de vida y trabajo. La manifestación, masiva y combativa, del 15 de octubre en apoyo a los electricistas, en la que marcharon unos 300,000 trabajadores de diferentes sectores, ha sido una primera muestra importante del descontento generalizado, de la necesidad que estos sienten de unirse y defenderse. Por supuesto, para hacer retroceder a la burguesía, para frenar los ataques, el proletariado deberá multiplicar esta fuerza y combatividad que ya ha empezado a expresar. Por este camino, los trabajadores tendrán que aprender a enfrentar todas las trampas, maniobras, engaños, amenazas y falsas promesas de la burguesía. Y tal es el dilema que enfrentan hoy los electricistas: seguir extendiendo la movilización y combatividad hacia otros sectores de trabajadores -de los cuales hay muchos que hoy se están planteando ir a la lucha o la huelga-, para intentar hacer retroceder al Estado capitalista mediante la fuerza de la movilización masiva. O, por el contrario, “posponer las acciones”, es decir, frenar su lucha y sentarse a observar el “diálogo con Gobernación”, los enredos “legales”, la “controversia constitucional” para definir si el Estado “actuó conforme a Derecho” en la liquidación de la compañía (¡como si el Estado no fuera el organismo que crea y utiliza las leyes precisamente para aplastar a los trabajadores!), tal como le demandan los “falsos amigos”, es decir los diputados, abogados y líderes sindicales -todos ellos viejos funcionarios de la propia burguesía- que pretenden ponerse al frente de los trabajadores. Ciertamente, la manifestación del 15 de octubre es apenas el inicio de la lucha, del despertar de los trabajadores en México, luego de décadas de soportar la explotación y los sacrificio de todo tipo que le ha impuesto la burguesía. Por ello, en esta manifestación las consignas que se gritaban eran de todo tipo: desde llamados a sumarse a la lucha, a apoyar al SME (el sindicato de electricistas), la exigencia de recuperar el empleo, insultos a Calderón -la cabeza visible de los explotadores-, protestas contra la “ilegalidad” del cierre de la compañía... Sin embargo, significativamente, entre todas estas consignas, expresiones todas más o menos claras, más o menos bien o mal enfocadas, del descontento y la combatividad crecientes, se dejó escuchar ya también esta otra: ¡Si no hay solución... habrá revolución! De manera embrionaria, se expresa aquí el hilo conductor del movimiento de la clase trabajadora: la lucha inmediata por la defensa de sus condiciones de vida y de trabajo al extenderse, unificarse y volverse más combativa deberá enlazarse con la lucha para terminar definitivamente con la explotación del trabajo asalariado. El régimen capitalista de apropiación, en que el producto esclaviza primero a quien lo crea y luego a quien se lo apropia, será sustituido por el régimen de apropiación que el carácter de los modernos medios de producción está reclamando: de una parte, apropiación directamente social, como medio para mantener y ampliar la producción; de otra parte apropiación directamente individual, en calidad de medios de vida y de disfrute. El régimen capitalista de producción, al convertir cada vez más en proletarios a la inmensa mayoría de la población, crea la fuerza obligada, si no quiere perecer, a llevar a cabo esa revolución. (Federico Engels, Anti-Dühring). Octubre 2009. Fracción Interna de la Corriente Comunista Internacional. Boletín Comunista 47 - Fracción Interna de la CCI inte...@yahoo.fr |
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