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EL MUNDO HOY:LA SED, ¿NECESIDAD O LUJO? EL AGUA, ¿BIEN PÚBLICO O MERCADERÍA?COJITE, Thursday, June 10, 2004 - 12:01 (Analyses | Eau / Water)
Por Sergio Ferrari (De Rebelión)
La realidad es dramática: sólo un pequeño 2,5 % del total del agua existente en el planeta es dulce y por lo tanto de uso humano. Las previsiones, catastróficas: en veinte años (hacia el 2025) más de 3 mil millones de seres humanos - el 80 % en los países « periféricos »- sufrirán la falta de ese vital líquido. Ya hoy, mil cuatrocientos millones de personas -uno de cuatro habitantes del planeta- carecen de agua, entre ellos 80 millones de latinoamericanos. Las diferencias y tensiones no dejan de aumentar. Mientras un habitante de un país del Sur consume en promedio 20 litros por día, un italiano llega a 213 y un estadounidense puede superar los 600. EL MANIFIESTO DEL AGUA En tanto que « fuente de vida » fundamental y no reemplazable del eco-sistema, el agua es un bien vital que pertence a los habitantes del planeta en común. Ninguno de ellos, individualmente o en grupo, debería tener el derecho de apropiárselo en forma privada. Tal aparece como principio básico del Manifiesto del Agua, elaborado en 1998 por un grupo de 23 personalidades de primer nivel mundial encabezadas por Mario Soares, ex-mandatario de Portugal, y Riccardo Petrella, euro-diputado y presidente del Grupo de Lisboa. EL MANIFIESTO DEL AGUA En tanto que « fuente de vida » fundamental y no reemplazable del eco-sistema, el agua es un bien vital que pertence a los habitantes del planeta en común. Ninguno de ellos, individualmente o en grupo, debería tener el derecho de apropiárselo en forma privada. Tal aparece como principio básico del Manifiesto del Agua, elaborado en 1998 por un grupo de 23 personalidades de primer nivel mundial encabezadas por Mario Soares, ex-mandatario de Portugal, y Riccardo Petrella, euro-diputado y presidente del Grupo de Lisboa. Con una simpleza máxima y rico en su capacidad didáctica, el citado documento subraya que «el agua es un bien patrimonial común de la humanidad », del cual dependen la salud individual y colectiva así como la agricultura, la industria y la vidad doméstica. «El agua pertenece más a la economía de bienes comunes y de la riqueza compartida que a la economía de la acumulación privada e individual... » Por tal razón « el acceso al agua es un derecho fundamental, inalienable, individual y colectivo ...y hace parte de la ética de base de una *buena* sociedad humana y de una *buena* economía» Enunciado que sin embargo contrasta con la realidad cotidiana convertida en estadística. Seis mil niños de menos de cinco años mueren cada día como consecuencia del consumo de agua insalubre. 80 % de todas las enfermedadees en los países del Sur tienen como origen la utilización de agua insana. Tres mil millones de seres humanos no cuentan hoy con instalaciones sanitarias adecuadas. Dicho Manifiesto, que propugna por un « Contrato Mundial del Agua», anticipaba seis años atrás, uno de los combates más encarnizados en el plano de las ideas; en el terreno de la lógica económica ; y de la dinámica diaria que protagonizan muchas naciones periféricas. Activos movimientos sociales del planeta han incorporado la consigna de la no-privatización del agua como un punto de no retroceso de su disputa callejera. La pueblada de Cochabamba, -«la guerra del agua »- en Bolivia, en abril del 2000, ha sido tal vez la protesta más emblemática del último lustro, por su dimensión y por haber obligado a la transnacional norteamericana Bechtel Enterprises y al gobierno sudamericano a retroceder en su plan privatizador. Lucha andina que no opaca otras tantas movilizaciones locales anti-privatizadoras en Argentina, Honduras, Perú, El Salvador, Nicaragua, Bra sil, por citar sólo algunos de los casos más conocidos en el continente. LA «PREHISTORIA» DE UN DERECHO ESENCIAL De la propuesta de Contrato Mundial a la de una Convención Internacional existe sólo un pequeño paso adelante y una visión estratégica consolidada. Organizaciones no-gubernamentales a nivel mundial, entre las cuales la Comunidad de Trabajo helvética, proponen avanzar hacia « una convención obligatoria de derecho público internacional sobre el agua », tal como lo formula la ecologista suiza Rosmarie Bär, una de las especialistas en la materia. La propuesta busca definir una política duradera sobre el tema, fundada en la idea que el derecho al agua es parte integrante de los derechos humanos básicos. Para la ecologista helvética «cuando se habla de agua hay que hablar de política...La política del agua va de la mano de la política del suelo y de la agricultura, de la política comercial y económica, la de medio ambiente, social y sanitaria, así como de la política de la igualdad...y sobre todo de la política de los derechos del hombre y de la paz» Es necesario, fundamentalmente, agrega Bär, una voluntad política para incidir en todos los niveles de la comunidad internacional. «Cada año Europa y Estados Unidos gastan más dinero para alimentar sus perros y gatos domésticos que el que se necesitaría para permitir a todos los seres humanos a acceder al agua potable» Ejemplo dramático que muestra que la lucha por el agua es un combate que implica modificaciones sociales a favor del desarrollo económico y de la justicia social», puntualiza. Valores todos que exigen tiempos y procesos históricos largos para su materialización. Mar del Plata, Argentina, 1977, fue la sede de la primera gran conferencia sobre el agua y el punto de partida de reflexión de una política global sobre el tema. Allí la comunidad internacional constataba por primera vez que « todo hombre tiene igual derecho al acceso al agua potable, en cantidad y calidad suficientes como para cubrir sus necesidades» Quince años más tarde, la Agenda 21, resultante de la Cumbre Mundial de la Tierra de Río de Janeiro, Brasil, subrayaba y concretizaba esa exigencia. Fue la asamblea general extraordinaria de las Naciones Unidas del 2000 la que fijó un nuevo desafío clave: reducir hasta el 2015 a la mitad el número de personas que no tienen acceso al agua potable. Objetivo reconfirmado dos años más tarde en la conferencia de Río+10 de Johannesburgo,
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