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Creemos en la Paz y en la Justicia

The Oldest Soul, Friday, April 25, 2003 - 13:41

Nosotros

Firma el comunicado "Creemos en la Paz y en la Justicia" con la EZLN, Noam Chomsky, Ezequiel Adamovsky, Elena Blanco, Eduardo Galeano, Hector Mondragon, Carola Reintjes, Manuel Rozental, y milliares de otros...

Construir un movimiento suficientemente poderoso como para detener la guerra en Irak o para impedir una próxima guerra en Siria, Irán o Venezuela, involucra muchos factores. Entre ellos, y quizá el más fundamental, un número suficiente de gente.

Para desafiar con éxito a los que están en el poder, nuestro movimiento debe crecer constantemente tanto en número como en concienciación y compromiso. Debemos acercanos a la gente que está contra la guerra pero aún no ha actuado según esta creencia. Debemos acercarnos a la gente que está preocupada por lo que ve pero aún no ha decidido oponerse a la guerra y a las políticas subyacentes. Debemos también acercarnos a todos los que ahora apoyan la guerra pero no tienen un conocimiento pleno del contexto, historia e implicaciones.

Una tarea clave, por lo tanto, además de manifestarse, es hablar con la gente, oír sus dudas, sus confusiones y sus intuiciones, así como proporcionar un punto de vista alternativo que pueda generar una solidaridad crítica duradera. Debemos dirigirnos a la gente que no conocemos. Debemos ir puerta a puerta en los barrios y en las residencias de estudiantes, y tenemos que hacerlo una y otra vez. Debemos hablar con nuestros compañeros de trabajo, con la gente que nos encontramos comprando, con nuestros vecinos y con la persona sentada a nuestro lado en clase, en la iglesia o donde sea. Tenemos que ser activistas.

En una escala mayor, nuestros esfuerzos colectivos también pueden llegar a una audiencia más allá de la actual. Nuestras manifestaciones pueden ir por los barrios, en vez de sólo por el centro. La gente que se manifieste puede ir a hablar con la gente que inevitablemente se parará a mirar. Miles de pequeños grupos pueden ir a centros comerciales, poner una mesa y hablar con los que se acerquen. Hablad, hablad, hablad. Esa es la base para hacer manifestaciones más grandes, para conseguir compromisos más profundos y para elevar los costes para las élites y así conseguir el cambio.

Si hay 100, o 500, o 5.000, o 50.000, personas dispuestas a bloquear calles o impedir la entrada a edificios como medio de presionar a las élites en un contexto de apoyo creciente, eso es maravilloso, especialmente cuando los objetivos son parte de la maquinaria militar, como los intentos de bloquear trenes militares en Europa. Pero, ¿no debería haber igualmente tanta gente dispuesta, el día antes o el día después o ambos, a salir y hablar con el resto de la población y así facilitar su participación también?

Nuestras manifestaciones crean un contexto que facilita llegar a la gente, pero por importantes que sean, las manifestaciones, sentadas, bloqueos, no harán ese contacto. Para oír opiniones y cambiarlas, es preciso que escuchemos y luego presentemos pruebas y argumentos, así como comprensión y respeto por la posición de la gente. Hay que hablar.

Para ganar contra esta guerra, contra la próxima y contra las causas de la guerra y de la injusticia en general, debemos reunir a decenas de millones de miembros activos y comprometidos. Pero aún si hablamos a menudo con los que no están de acuerdo con nosotros, ¿cómo podemos saber qué estamos consiguiendo y cuál puede ser nuestro punto de partida?

Una posibilidad sería que todos nosotros, por todo el mundo, le presentáramos a la gente un comunicado para firmar, algo de actualidad pero que no caducará, algo concreto y específico pero también suficientemente universal para su uso en todo el mundo y suficientemente completo de forma que para conseguir firmas tengamos que tratar todos los temas que impiden a la gente participar activamente en el creciente movimiento por la paz y la justicia.

Quizá algo como esto:

"Creo en la paz y en la justicia.

Creo en la democracia y la autonomía. No creo que los EE.UU. ni ningún otro país deba ignorar la voluntad popular y debilitar la legalidad internacional mediante presiones y chantajes para conseguir votos en el Consejo de Seguridad.

Creo en el internacionalismo. Me opongo a que ninguna nación vaya extendiendo una red cada vez mayor de bases militares en todo el mundo, creando un arsenal sin igual en el mundo.

Creo en la equidad. No creo que los EE.UU. ni ningún otro país deba construir un imperio. No creo que los EE.UU. deban controlar el petróleo de Oriente Próximo en favor de empresas estadounidenses o como palanca de control político sobre otros países.

Creo en la libertad. Me opongo a los regímenes brutales en Irak y en cualquier otra parte, pero también me opongo a la nueva doctrina de “guerra preventiva

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