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ALCA, América para los monopolios norteamericanosvieuxcmaq, Lundi, Avril 16, 2001 - 11:00
CTA Argentina CTA Argentina (cta.prensa@softhome.net)
ALCA, América para los monopolios norteamericanos. El 6 y 5 de Abril pasados se han reunido en Buenos Aires los ministros de Economía de todo el continente, excepto Cuba, para definir el texto del acuerdo sobre el Culminaría así un proceso de negociación, secreto en cuanto a sus contenidos, iniciado en 1994, que llevaría al establecimiento de un área de libre comercio en toda América en el 2005, o 2003, si se impone su adelantamiento. Su constitución significaría para Estados Unidos alcanzar las metas perseguidas, desde el enunciado de la Doctrina Monroe, a través de múltiples intervenciones políticas y militares en nuestros piases y de su penetración económica, financiera y cultural El ALCA implica una extensión del NAFTA (Acuerdo de Libre Comercio entre EE.UU., Canadá y México) a todo el continente. Impulsado por los EE.UU., su objetivo es asegurar la libre circulación de sus capitales y mercancías, así como su hegemonía incontestable en el continente, puesto que sus capitales adquirirían, respecto a los de Japón y la Unión Europea, un acceso privilegiado a los mercados latinoamericanos. La propuesta en curso nada tiene que ver con un verdadero proceso de integración. Este es una asociación entre iguales destinada a crear las condiciones para la libre circulación de las mercancías, el capital y las personas, en un contexto de igualación de las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales y de apoyo a las regiones más atrasadas, a fin de alcanzar una creciente homogeneización del nuevo espacio económico y sin dejar de conservar y desarrollar sus propias culturas. Por el contrario, el planteo del ALCA implica poner en relación países con distinto grado de desarrollo, lo cual contribuye a acentuar las desigualdades y establecer así una división del trabajo en la que los más atrasados operan simplemente como proveedores de recursos naturales y mano de obra barata que acentuara la explotación de la región por los capitales norteamericanos. Con el agravante, en el caso de la propuesta norteamericana, que la potencia de la región se reserva el derecho de mantener los subsidios a sus productores agrícolas, sus cuotas y normas antidumping que le permiten deprimir los precios de los productos latinoamericanos y cerrarles su mercado. La diferencia de escala vigente entre las economías que se ponen en relación con el ALCA es decididamente monumental. Sobre los 34 países que componen América Latina, 24 son considerados con economías pequeñas. Asimismo, el PBI norteamericano es 16 veces mayor que el brasileño, 25 veces mas que el mexicano y 30 veces mayor que el argentino y su peso se ve potenciado por su control sobre los organismos internacionales y los flujos financieros, así como por el condicionamiento que ejerce sobre América latina una deuda externa ilegitima y usuraria. Con la reglamentación del comercio el proyecto del ALCA avanzará también sobre otras áreas, estableciendo la absoluta igualdad entre las empresas independientemente de su nacionalidad; impondrá la obligación de apertura de las compras de los estados nacionales, provinciales y municipales a todas las empresas del ALCA, cualquiera sea su nacionalidad, prohibiendo toda política que favorezca el capital nacional no transnacionalizado e induzca el crecimiento del empleo y la producción mediante la exigencia de grados de integración nacional, incorporación de tecnología, nivel de exportaciones, legislación laboral, etc. Es decir, queda eliminada toda posibilidad de aplicar un régimen de compre nacional. En los hechos se transforma en la creación de un espacio al servicio de las transnacionales norteamericanas y de sus socios locales, que lesionarán aún más a los sectores productivos nacionales, en especial a las pequeñas y medianas empresas. Los Estados quedan así reducidos al rol de meros administradores de los intereses de las transnacionales y de sus socios, y serán llevados en su lucha competitiva por atraer inversiones a permitir la destrucción del medio ambiente y a ajustar perpetuamente los salarios y las condiciones laborales hacia la baja. El ALCA prevé también, más allá de las reglamentaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) , y al igual que el frustrado Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), que cuando la existencia de legislaciones o regulaciones estatales afecten los costos de las empresas, y por tanto, sus ganancias, éstas pueden demandar directamente a los Estados ante tribunales arbitrales. Es decir: constituye un avance en el sometimiento de los Estados al interés del gran capital, vulnerando su soberanía. El proyecto del ALCA se extiende además a los servicios y otorga a las empresas el derecho a prestarlos, con la excepción de aquellos brindados por el Estado en forma absolutamente gratuita, cuestión esta que abre la posibilidad de privatización, donde ella no ha tenido aún lugar, entre otros, de los servicios de salud, educación, saneamiento (privatización del agua), postales y de comunicación. Esto es: el ALCA antepone los intereses del gran capital transnacionalizado sobre los intereses de la ciudadanía, vulnerando así la soberanía popular y las instituciones democráticas. De ahí que su implantación, que pretende ser adelantada por el Presidente Bush con la complicidad algunos gobiernos latinoamericanos, entre ellos el nuestro, tenga que ir necesariamente acompañada de un correlato represivo-militar: el Plan Colombia y su extensión en el ya denominado Plan América. La puesta en práctica del conjunto de medidas contenidas en los acuerdos del ALCA constituye un mecanismo para garantizar la imposibilidad de revertir la políticas neoliberales aplicadas en las dos últimas décadas en toda América Latina. Cualquier Estado nacional que quisiera cambiarlas debería enfrentar el pago de indemnizaciones que los pondría en quiebra. Las instituciones quedarán así vaciadas de todo contenido real y la América Latina imposibilitada, tras la destrucción del MERCOSUR y el Pacto Andino, de emprender la imprescindible integración de los pueblos latinoamericanos. En conclusión: el ALCA no constituye un real proyecto de integración, por el contrario, es un proyecto político de sometimiento y profundización de la hegemonía de los EE.UU. Será una zona que va de Alaska a Tierra del Fuego donde los intereses de las empresas norteamericanas estarán encima de las leyes y los intereses de cada uno de nuestros países. El avance del ALCA ha sido posible hasta el momento por el total secreto en el cual se han realizado las negociaciones y la complicidad de los gobiernos. Pero además, por el cuadro de debilidad que observa la experiencia regional del MERCOSUR. El cuadro abierto a partir de la crisis internacional de mediados de 1998, potenció las diferencias en los regímenes de política económica entre Argentina y Brasil. La devaluación brasileña y la polarización semiplena que observa la economía argentina complican la sustentabilidad del acuerdo comercial. Por otra parte, la decisión de Chile de ir solo al acuerdo del ALCA agrega otro elemento mas de debilidad regional. En Suma, se observan hoy los limites de la tendencia que domino la construcción del MERCOSUR. En lugar de que la integración regional se entendiera como un proceso de agregación de la soberanía de nuestros estados, para –por vía de un papel clave de la regulación pública- afirmarse como bloque regional ante terceros, se consolidó un rumbo de carácter privado gobernado por los agentes económicos más concentrados de la región. En este sentido, ponerle freno al ALCA exige un relajamiento de la experiencia subregional del MERCOSUR sustentado en un avance en la integración apoyado en la activa participación de sus pueblos y no sólo en la de los capitales, así como en el fortalecimiento de la solidaridad política y de intereses de América Latina. Consejo de Políticas Internacionales de la Secretaría Internacional de la CTA
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