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Atentado terrorista en México: Represión contra la clase obrera y militarización del paísAnonyme, Dimanche, Septembre 28, 2008 - 10:13 (Communiqués | Politiques & classes sociales | Repression | Résistance mexicaine | Solidarite internationale) La noche del 15 de septiembre, durante el festejo nacional de la independencia de México, dos granadas de fragmentación fueron arrojadas sobre la multitud que celebraba en las calles de la ciudad de Morelia(1), con un resultado de 7 muertos y más de un centenar de heridos. Es cierto que en México las luchas de clases son frecuentemente reprimidas y no pocas veces han terminado en asesinatos y masacres (recuérdese los casos recientes de Atenco y Oaxaca). Es cierto también que, en los últimos años México, en el marco de la supuesta “guerra contra el narcotráfico”, se han sucedido crecientes enfrentamientos y asesinatos (los muertos a veces se cuentan por decenas) en los que cada vez hay más abusos (incluso torturas y asesinatos) contra la población trabajadora, sin contar el estado de sitio que se vive en cada vez más ciudades (retenes, cateos, controles de identificación, soldados y tanquetas en las calles...). Sin embargo, una masacre indiscriminada como la que ha sucedido ahora, contra trabajadores y familias que simplemente se divertían en las calles, es un hecho sin precedentes en el país; marca, por así decirlo, la entrada de México en el ambiente del llamado “terrorismo”, es decir, de las matanzas sin otro sentido que el de aterrorizar a la población trabajadora, como las que hemos visto en los últimos años en Nueva York, Madrid, Londres... o Irak. Nadie ha reivindicado esta masacre. Según la versión oficial, se trataría de una respuesta de alguno de los grupos de narcotraficantes, ante el supuesto “combate” que lleva a cabo el gobierno contra ellos. Sin embargo, independientemente de quién haya lanzado las granadas -si no es que detrás del atantado se encuentra el propio Estado-, lo cierto es que a quien sirve esta masacre es únicamente a la burguesía y su Estado. En efecto. A la mañana siguiente Calderón(2) lanzó un discurso llamando a la “unidad de los mexicanos que supone apoyar la tarea del Estado” “contra los traidores” y “enemigos que quieren dividir la nación” , pues “se puede opinar distinto... pero no se puede atentar contra el Estado” . Es decir, el atentado ha permitido a la burguesía relanzar con mayor fuerza sus campañas ideológicas, en las que se exige a la clase obrera y a todos los trabajadores explotados aceptar la militarización creciente del país y todos los sacrificios que se les impongan, marchar sin protestar detrás del Estado capitalista, pues de lo contrario entrarán en la categoría de los “enemigos” y “traidores a la patria”. Así, la burguesía pretende que los trabajadores acepten ya no solamente que algunas regiones del campo o ciudades pequeñas sean permanentemente patrulladas por el ejército, sino también que las grandes ciudades, como es hoy el caso de Morelia -una capital de Estado-, sean puestas en verdadero estado de sitio. Así, vemos también la reactivación del llamado “Plan Mérida” y las ofertas de los Estados Unidos para “ayudar” al gobierno mexicano en la militarización. Así, vemos cómo todos los partidos del capital, de derecha, centro o izquierda (PAN, PRI y PRD) se unen y aceptan la propuesta de Calderón -hecha unos días antes del atentado- para aumentar en 40% el presupuesto para “seguridad” (es decir en más policías, soldados, cárceles y armas), aunque ello signifique “sacrificar otros rubros” , específicamente el de salud, tal como acaba de anunciarse. Es significativo que precisamente los trabajadores del sector público de salud de Michoacán, que se encuentran en huelga desde el 11 de septiembre, demandando principalmente “basificación”3, es decir, un empleo fijo (y que sin embargo atendieron prontamente a los heridos del atentado), hayan recibido como única respuesta -tanto del gobierno estatal de “izquierda”, como del ejecutivo de “derecha”- la exigencia de volver al trabajo sin protestar. Es claro, pues, que la “guerra al narcotráfico” es solamente un pretexto de la burguesía para incrementar la militarización del país y la represión contra la clase obrera y demás trabajadores explotados. Todas las supuestas medidas de “seguridad”: desde las cámaras de vigilancia en las calles, los controles de documentación en las ciudades y los retenes en las salidas de las carreteras, los cateos de casas, el aumento de los cuerpos antimotínes como la PFP (policía federal), hasta los soldados patrullando las calles con armas de alto poder, se dirigen contra la clase obrera, contra todo intento de protesta y lucha de ésta contra el capitalismo y la situación de miseria y explotación en que vive. De tal manera que la militarización del país está dirigida directamente contra la clase obrera. De una parte, en el sentido en que la burguesía mexicana, al ponerse también en el camino que sigue actualmente la burguesía de todo el mundo con miras a prepararse para una futura guerra imperialista generalizada, impone desde ahora a los trabajadores mayores sacrificios económicos en provecho de esa militarización; ello sin contar que, a plazo, la única perspectiva que les ofrece el capitalismo -de seguir existiendo- es la de la guerra imperialista, la masacre más espantosa. De otra parte, la militarización también se dirge contra la clase obrera de manera palpable e inmediata, en el sentido de que, en México como en todo el mundo, al no estar la clase obrera derrotada, ni mucho menos, sino por el contrario, ver crecer su descontento y combatividad, la burguesía se ve obligada a enfrentarla paralelamente, llevando a cabo ataques contra ella cada vez más frontales y duros en todos los terrenos: ideológico, político económico y... represivo. Así, pues, la clase obrera no puede aceptar resignadamente toda esta militarización creciente de la sociedad, de la que ella es el principal blanco y desde hoy la principal víctima. En sus manos está su propio destino, y el de toda la humanidad: Acabar con el actual sistema capitalista en decadencia que ya solamente puede ofrecer un presente de miseria y represión, y un futuro de guerra imperialista y barbarie generalizadas. Por ello, ante toda esta situación, al contrario de lo que le machaca todo el aparato estatal y los medios de difusión de la burguesía acerca de la resignación y “unidad” con sus explotadores, la clase obrera debe seguir desarrollando, con energía redoblada, sus luchas de clase, extenderlas a todos los sectores, cimentar su unidad y organización, pues éstas luchas constituyen, desde ahora, el único freno a la barbarie del capitalismo, y la única perspectiva para -mediante un movimiento revolucionario del proletariado mundial- transformar de raíz a la sociedad. La Fracción Interna de la CCI 19 de septiembre de 2008. |
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