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¿Crisis del sector inmobiliario, crisis financiera? ¿O más simplemente crisis capitalista de sobreproducción?Anonyme, Vendredi, Novembre 30, 2007 - 16:36 La explosión que sacudió al conjunto de los mercados mundiales, las plazas financieras y la economía mundial durante este verano ha sido imputada, con altavoces, a los ahora famosos préstamos riesgosos llamados "subprime mortgage" ("hipotecas de subprima"). En un primer momento, en todo caso, lo que los medios de difusión han destacado es un escenario según el cual, en una economía mundial cuyos fundamentos estarían sanos, en la que las perspectivas de crecimiento, arrastradas por los países emergentes como China o India, serían prometedoras, algunas sociedades estadounidenses de préstamos inmobiliarios habrían tenido prácticas dudosas, al proporcionar créditos desconsiderados a deudores poco confiables. Una explicación muy cómoda La explosión que sacudió al conjunto de los mercados mundiales, las plazas financieras y la economía mundial durante este verano ha sido imputada, con altavoces, a los ahora famosos préstamos riesgosos llamados "subprime mortgage" ("hipotecas de subprima"). En un primer momento, en todo caso, lo que los medios de difusión han destacado es un escenario según el cual, en una economía mundial cuyos fundamentos estarían sanos, en la que las perspectivas de crecimiento, arrastradas por los países emergentes como China o India, serían prometedoras, algunas sociedades estadounidenses de préstamos inmobiliarios habrían tenido prácticas dudosas, al proporcionar créditos desconsiderados a deudores poco confiables. La falta de pago de un número creciente de estos deudores habría puesto al sistema financiero en su conjunto al borde del colapso. Si bien es cierto que cierto número de establecimientos de préstamos inmobiliarios (especialmente de Estados Unidos, por lo que se ve ahora) han consentido créditos sin preocuparse demasiado de la capacidad de los deudores de rembolsar su deuda, no se puede ignorar que: - por un lado que estos establecimientos lo han podido hacer porque han "revendido estas deudas"1 a bancos y otras instituciones financieras que han sacado provecho dándoles credibilidad a estas operaciones; - por otro lado, y sobre todo, es la lógica capitalista la que impone a estos establecimientos de préstamos llevar a cabo estas operaciones, cualquiera que sea el riesgo, ya que esa es su razón de ser. Dicho lo anterior, y sin volver en detalle sobre el desarrollo de esta nueva convulsión que se extiende a todo el sistema financiero, nos parece importante abordar aquí algunos temas de la propaganda burguesa. Mentiras de todo tipo La primera de estas mentiras (¡intencionales o no, por boca o pluma de tal o cual periodista o "especialista" de la economía, poco importa!) consiste, pues, como hemos visto, en culpar a algunos establecimientos de préstamos hipotecarios. El hecho de que los que se conocen ahora por estas prácticas sean estadounidenses es además un excelente tema de propaganda nacionalista para las burguesías de los otros países. Es olvidar, un poco aprisa, primero, que el consumo de los hogares estadounidenses es el que "jala" a la economía mundial y el venero de las tasas de crecimiento mundial. Que este consumo se haga a crédito y que la política del dólar débil tenga como objetivo hacer cargar el peso de este endeudamiento sobre los otros países, nadie lo ignora, sobre todo entre los "grandes especialistas" de la economía. Enseguida, es hacer poco caso del hecho de que, mundialización obliga, todos los grandes bancos e instituciones financieras están implicados en esta política de las "subprimas" y sacan de ella beneficios considerables.2 Otra gran mentira consiste en querer hacernos creer que esta crisis cae como un rayo en cielo azul. Para no hablar más que de los últimos veinte años, se pueden citar los "cracks" de 1987 en los mercados de acciones, luego el de 1990 con las cajas de ahorro estadounidenses (Savings and Loans) , el de 1994 con el "crack" del mercado de obligaciones estadounidense, el de 1997 y 1998 con las crisis financieras que golpearon a países como Tailandia, Corea y Hong Kong y después a Rusia y Brasil, y finalmente la explosión de la burbuja llamada "de Internet" en 2001-2003. La idea según la cual las crisis sucesivas serían anomalías es una idea profundamente anclada en la visión de los economistas y otros mercenarios de la sociedad burguesa (y no solamente de ello, por lo demás). Las crisis son percibidas por ellos como incidentes, o accidentes de un sistema cuya vocación es la de marchar siempre en búsqueda de mayores riquezas, sin contratiempos mayores. Tal idea no es nueva, y fue demolida por Rosa Luxemburg hace ya más de un siglo en su combate contra el revisionismo de Bernstein. "Para él, [Bernstein] las crisis son simplemente trastornos de la economía capitalista, permitiendo a ésta, al ser eliminados, un funcionamiento normal. Pero en el justo sentido, las crisis no son tales 'trastornos', o, mejor dicho, son 'trastornos', pero sin los cuales la economía capitalista, en conjunto, no puede marchar en forma alguna. El hecho de que las crisis son posibles solamente sobre una base capitalista, y, por lo tanto, constituyen el método normal de liquidar periódicamente la disensión existente entre la ilimitada capacidad extensiva propia de la producción actual y los estrechos límites del mercado, nos muestra que las crisis son fenómenos orgánicos e inseparables de la economía capitalista en su totalidad." (Rosa Luxemburg. ¿Reforma o revolución? - Primera parte.– Cáp. V.- Obras escogidas T 1.- Ed. Era). Las crisis no son, pues, anomalías, sino una necesidad imperiosa de un modo de producción cuyo objetivo esencial es el acrecentamiento del valor por medio de la extracción de plusvalor a los obreros. Rosa continúa de este modo: "Pero justamente, las crisis -que, como las otras consecuencias, son resultados del mismo proceso de producción- ocasionan de manera simultánea, y debido a la desvalorización periódica del capital, al abaratamiento de los medios de producción y a la paralización de una parte del capital activo, el alza del beneficio, dando lugar a nuevas inversiones y, con ello, al progreso de la producción. Así, pues, las crisis se presentan como medios de avivar continuamente el fuego de la producción capitalista y su desaparición absoluta -y no, como nosotros suponemos, en un determinado momento de la formación definitiva del mercado mundial- llevaría directamente a la economía a la paralización. Pero no, como Bernstein supone, a un nuevo florecimiento." (Rosa Luxemburg. �?dem). Esta ilusión de un capitalismo que progresaría sin sacudidas mayores defendida por los capitalistas del siglo diecinueve (así como por los revisionistas) se adorna actualmente con una ideología según la cual, a pesar de los "pequeños inconvenientes" de las crisis a repetición, el capitalismo es la única salida real y previsible para la humanidad. Esto no impide encontrar, cada vez, una causa y "culpables" específicos ya que esas crisis no pueden ignorarse y porque, luego de cada uno de esos cracks, cada una de esas "crisis", la "solución" consiste en adoptar medidas que retomen y amplifiquen las prácticas que habían conducido a esas crisis: en suma, inyectar dinero fresco al sistema, recurrir a un endeudamiento aún más masivo. Lo que solamente puede conducir a una nueva "crisis" luego de haberse destruido cierta masa de capitales y de aplicarse medidas contra la población de los países concernidos y especialmente contra la clase obrera. Más aún. Uno de los rasgos característicos de la entrada del capitalismo en su fase decadente, es precisamente la imposibilidad de superar sus crisis cíclicas a través de mecanismos puramente "económicos" (desvalorización de capitales, paro de fábricas y expansión geográfica en búsqueda de nuevos mercados). La primera guerra imperialista mundial (1914-1918) mostró que, en adelante, el capitalismo sólo podría salir temporalmente del marasmo económico de la crisis a escala mundial a través de un "ajuste de cuentas" generalizado dirigido por las grandes potencias capitalistas. El ciclo de crisis seguidas de expansiones crecientes dio paso al ciclo de crisis-guerra-reconstrucción-nueva crisis; el capitalismo decadente conduce así a la sociedad a una barbarie creciente. De este modo, los "cracks" y "recesiones" de las últimas décadas no son tampoco "accidentes" o "errores" en la vida "normal" del capitalismo, sino convulsiones inevitables, cada vez más generalizadas y profundas, que se extienden a cada vez más países -incluso los centrales- que marcan el progresivo hundimiento del sistema en la crisis mundial, y que empujan cada vez más imperiosamente a las clases sociales a encontrarle una "solución" definitiva. No hay duda que el sobresalto en curso (porque hay que saber que estamos apenas en las primeras fases de este episodio) conducirá a los mismos resultados (destrucción de capitales y medidas antiobreras); que la burguesía no podrá encontrar otro "remedio" que la inyección de liquidez en el mercado y su corolario: un nuevo paso hacia el endeudamiento masivo; y que, a plazo, otra sacudida de las crisis sacudirá a ésta... cuando ésta, precisamente, pueda ser superada. Una última mentira que queremos revelar aquí consiste en "disociar", de algún modo, los fenómenos visibles del crack de las "suprimas", de las otras manifestaciones de la crisis capitalista de las cuales solamente se escucha a través de la verdadera guerra económica a la que se libran las empresas a escala internacional y que se traducen en los diversos "OPA", compras y ventas de empresas, en un palabra, en la lógica de concentración capitalista en curso acelerado desde hace algunos meses. Se puede mencionar el asunto Mittal-Arcelor, las batallas libradas alrededor de la compra de Euronext por la bolsa de Nueva York o las maniobras alrededor del petróleo ruso por el cual se lleva a cabo una dura batalla entre el Estado ruso y las compañías internacionales por la explotación de las riquezas del subsuelo. Estas encarnizadas luchas que se llevan a cabo por la compra o alianza entre diversas sociedad son la forma que toma la concentración, la carrera por la influencia y la potencia económica de estas empresas. Tampoco hay que olvidar el papel de los fondos de pensiones (especialmente de Estados Unidos) en esta carrera desenfrenada que se traduce sistemáticamente en despidos, ataques contra las condiciones de trabajo y de salario de los obreros. Todos estos hechos traducen la profundidad de la crisis económica y la obligación que tiene la burguesía de todos los países de llevar a cabo una guerra económica sin respiro, bajo pena de verse adelantar por los competidores y desaparecer. En los últimos años, se ha podido observar el papel creciente de los Estados y su intervención directa o indirecta en las batallas comerciales que se llevan a cabo. Esto expresa el aumento de las tensiones imperialistas, de las que la profundización de la crisis económica es, por lo demás, la causa esencial. Crisis económica y tensiones imperialistas Hemos evocado los episodios de Mittal-Arcelor en los que el Estado francés intentó (sin éxito, hay que mencionarlo) contrarrestar la compra de la empresa Arcelor, en parte francesa, por la industria india Mittal. Otros Estados, en otras situaciones, buscan influenciar el curso de las cosas con el fin declarado de defender los "intereses nacionales". Se pueden citar numerosos casos, entre los cuales el de EADS es típico, o el del control de los Estados Unidos sobre los mercados de petróleo o de la reconstrucción en Irak, así como los numerosos casos de repartición de tareas en materia de industrias del armamento o e del espacio, por ejemplo. En cada ocasión se ve que, a través de las alianzas o fusiones de grandes empresas de sectores clave de la economía los Estados intervienen, en función de sus capacidades evidentemente, no solamente para hacer valer los intereses económicos de la burguesía nacional sino también y sobre todo con la preocupación política de alianzas imperialistas. A este respecto, y mientras la crisis de las "suprimas" golpeaba con toda su fuerza este verano, un hecho altamente significativo sucedió un poco en silencio: la aventura rusa al Polo Norte, y la colocación a varios cientos metros de fondo de la bandera nacional mediante un submarino. La riqueza potencia en hidrocarburos del subsuelo de esta región así como su situación estratégica barren con todos los melindres ecológicos de todos los protagonistas. Frente a los Estados Unidos, que llevan a cabo una política determinada para asegurarse el control más amplio posible de los recursos de materias primas (y en primer lugar del petróleo), la Rusia de Putin busca aprovechar al máximo sus fuentes de petróleo y gas. Los países europeos -especialmente Alemania y Francia- que son muy dependientes de estos recursos buscan por una parte obtener condiciones de aprovisionamiento estables y ventajosas para estas mercancías, y por otra parte asociarse a los gigantes rusos del sector invirtiendo capitales en estas empresas. Esto implica volverse poco vigilante de las condiciones en las cuales las sociedades petroleras rusas y el Estado aseguran su dominio sobre el mercado. La cosa es habitual. Lo que resalta de todo esto es que los sobresaltos de la crisis se desarrollan sobre un fondo de competencia cada vez más exacerbado entre los diferentes Estados capitalistas, esta competencia conduce a una guerra económica en la que todos los golpes están permitidos, lo que provoca, a su vez, un hundimiento en la crisis económica. El endeudamiento estratosférico de los Estados, el recurso a la imprenta de billetes para intentar evitar que la fase actual de la crisis no se prolongue y profundice, la guerra de monedas entre el dólar estadounidense y el euro buscan de entrada, para cada capital nacional, colocarse lo mejor posible, o lo menos mal posible, haciendo caer sobre los otros Estados el máximos de la carga. En lo inmediato, son los proletarios los que sufrirán los efectos de esta crisis de las "subprimas". Consecuencias para la clase obrera Si bien, como escribía Rosa Luxemburg, "las crisis son fenómenos orgánicos e inseparables de la economía capitalista en su totalidad"; si bien éstas precisamente "ocasionan de manera simultánea, y debido a la desvalorización periódica del capital, al abaratamiento de los medios de producción y a la paralización de una parte del capital activo, el alza del beneficio ", éstas también tienen como consecuencia arrojar a la calle a cientos de miles de proletarios vueltos -al menos momentáneamente- inútiles. Esta vez, tendrá también como consecuencia, aumentar los precios de los productos de primera necesidad de los obreros. Desempleo, alza del costo de la vida por un lado, aumento de las ganancias por el otro. Tales son los resultados más inmediatos de este nuevo impulso de la crisis. A plazo, la clase obrera también tendrá que enfrentar las consecuencias de ese otro aspecto de la crisis que constituye el aumento de las tensiones imperialistas. Es decir, y como varios miles de jóvenes víctimas lo muestran ya (sin hablar de las poblaciones iraquíes, afganas, chechenias y otras), será el precio de la sangre lo que exigirá el capital, y esto de manera generalizada. Pero el hundimiento en la crisis, a la inversa, es también la condición del derrocamiento del capitalismo. Citemos una vez más a Rosa Luxemburg: "El socialismo no surge espontáneamente de las luchas diarias de la clase trabajadora y bajo cualquier circunstancia. Es el resultado sólo de las contradicciones, mayores cada vez, de la economía capitalista, y del convencimiento, por parte de la clase obrera, de la necesidad de que estas contradicciones desaparezcan por una revolución social. Si negamos las unas y desechamos la otra, como hace el revisionismo, entonces el movimiento obrero se limitará inmediatamente a simples sindicalerías más o menos sociales, llegando, en último extremo y por propia fuerza de gravedad, al abandono de toda posición clasista." (�?dem). En esta perspectiva de derrocamiento del capitalismo, el papel de las minorías comunistas es esencial. ¿Qué política para los comunistas? El episodio de crisis aguda que se desencadenó este verano está apenas en sus inicios, ya lo hemos dicho. Los análisis, explicaciones e interpretaciones de este fenómeno que se pueden leer y escuchar en todos los medios de difusión burgueses buscan ante todo predicar el carácter supuestamente insuperable, irremplazable y, digamos el término, "eterno" del capitalismo y su economía. Y si, adicionalmente tal o cual burguesía nacional insiste en el origen norteamericano de ésta, es solamente para añadir una dosis de ese veneno nacionalista antinorteamericano tan cómodo actualmente, especialmente para los antiguos "aliados" de Washington. Para los comunistas, la crisis económica es ante todo el revelador del callejón sin salida que constituye el sistema capitalista. Es también el medio por el cual tienen la tarea y el deber de hacer progresar en extensión y profundidad la conciencia, en el interior de la clase obrera, de la necesidad de terminar con este sistema mediante la lucha y la insurrección revolucionaria. En ningún caso, por supuesto, se trata de esperar que esta crisis (por profunda que pueda ser) conduzca automáticamente a una especie de hundimiento del sistema capitalista, que la burguesía y sus Estados dejen la llave bajo la puerta y declaren al sistema en quiebra. La crisis anuncia implícitamente el fin del capitalismo, corresponde a la clase obrera ejecutar la sentencia. Tal es el sentido profundo de la preocupación que siempre han tenido los comunistas por comprender y analizar la evolución de la situación económica del capital. Si la obra de "El Capital" es, según el decir de Marx, la necrología de la sociedad burguesa más que su anatomía, es conveniente basarse en las leyes descubiertas por los padres de la teoría comunista para descubrir, en el metabolismo del capital, los males que le condenan a arrastrar a la humanidad hacia el abismo. Comprender los aspectos de la crisis del capitalismo es, para los comunistas, darse los medios para hacer claro a los ojos de su clase la necesidad vital de derrocarlo. Para terminar, demos una última vez la palabra a Rosa Luxemburg y su libro ¿Reforma o revolución? . En su combate contra el revisionismo naciente, ella denuncia la idea según la cual el socialismo podría imponerse poco a poco mediante reformas favorables a la clase obrera. Reafirmando, con Marx y Engels, la necesidad imperativa de la destrucción violenta del capitalismo por el proletariado, defiende el punto de vista según el cual este derrocamiento solamente podrá hacerse en condiciones de crisis de la sociedad capitalista. "Pero entonces surge el problema principal: ¿Cómo y por qué razón es posible llegar al objetivo final de todos nuestros esfuerzos? Desde el punto de vista del socialismo científico, se aprecia la necesidad histórica de la revolución social, debido, ante todo, a la anarquía creciente del sistema capitalista, que se arrastra por un callejón sin salida. Pero, con todo, supongamos, como Bernstein, que el desarrollo capitalista no camina hacia su ocaso. Entonces el socialismo dejará de ser necesario objetivamente". (Rosa Luxemburg, op cit. - Primera parte, Cáp. I El método oportunista) . La Fracción Interna de la CCI 22 de septiembre de 2007. Notas: e-mail:inter1925@yahoo.fr |
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