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Formación Castrense e Investigación Científica en Argentina-Focos InfecciososEduardo R. Saguier, Dimanche, Juin 11, 2006 - 18:19 La patología más nociva vigente en las prácticas educativas y científicas argentinas es el canibalismo de trenza o camarilla, orquestado para disputar el botín de guerra en los consejos directivos de las universidades públicas o en los directorios y comisiones de los organismos de ciencia, desde los cuales se reparte el pillaje en menoscabo del aprovisionamiento y actualización de bibliotecas y laboratorios, y se contaminan los regímenes de concursos, subsidios, premios, categorizaciones y promociones, así como la integración de los jurados de cátedra destinados a canonizar los profesores regulares que a su vez van a realimentar las relaciones de poder patrón-clientelares. A partir del discurso del Presidente de la República en el Colegio Militar (29-V-2006), en donde les advirtió a los nostálgicos de tiempos de infamia que "no les tiene miedo", se impone una reflexión que apunte mas a conocer de qué forma se habrán de transparentar y democratizar las instituciones educativas, que a la monótona y desgastante tarea de sofocar múltiples y repetidos siniestros puntuales. Aclaramos esto por cuanto bajo la bóveda de un mundo globalizado y una realidad de alcances sistémicos existen otras patologías y otros espacios de la esfera pública, donde la necesidad de libertad, transparencia y democratización es tan o más apremiante, pues poseen una íntima y trascendente conexión con los sectores educativos de los ámbitos castrenses, eclesiásticos y diplomáticos. En ese sentido, debe estimarse que la patología más nociva vigente en las prácticas educativas y científicas argentinas es el canibalismo de trenza o camarilla, orquestado para disputar el botín de guerra en los consejos directivos de las universidades públicas o en los directorios y comisiones de los organismos de ciencia, desde los cuales se reparte el pillaje en menoscabo del aprovisionamiento y actualización de bibliotecas y laboratorios, y se contaminan los regímenes de concursos, subsidios, premios, categorizaciones y promociones, así como la integración de los jurados de cátedra destinados a canonizar los profesores regulares que a su vez van a realimentar las relaciones de poder patrón-clientelares. Los integrantes de estas camarillas se desplazan cuál placas tectónicas, según que sus listas “sábanas�? alcancen las mayorías o las minorías de los claustros respectivos, y sus entramados se extienden hasta las universidades del conurbano y del interior del país y las provincias, donde van a parar como en reservorios aquellos que perdieron las internas metropolitanas. Esta perversión de las prácticas democráticas ha calado tan hondo en la moral académica que ha diseminado un desinterés y un pavor generalizados y la conciencia de que aún “descubriendo la pólvora�? su persona y su producción seguirán siendo ignoradas. Asimismo, las áreas del estado que más repercusiones generan en las demás esferas estatales --es decir que poseen un efecto cascada-- son las que corresponden a la producción, evaluación y difusión del conocimiento científico y humanístico, y en especial aquellos conocimientos pertenecientes a las ciencias sociales. Desde dichos ámbitos de relevancia simbólica se derraman o transfieren contenidos y calificaciones que penetran profundamente en el entramado docente de la educación superior, ya sea ésta civil, castrense, eclesiástica o diplomática. Sin embargo, para la actual conducción del estado, y en especial para los Ministros de Defensa y de RREE, la democratización de los contenidos y de las metodologías educativas y científicas, así como la integración de los cuerpos docentes en los ámbitos respectivos, tienen escasa o nula significación, pues en ellos --incluidos los Seminarios Diocesanos-- las relaciones de poder son autocráticas o teocráticas y los docentes y directivos son elegidos a dedo por el ministro u obispo de turno, sin que el parlamento tenga derecho alguno a opinar. Sus ineludibles reformas democratizadoras deben ser invariablemente postergadas en aras de una persecución mediática que satisfaga reivindicaciones puramente gremiales o combata supuestos "focos infecciosos". De tal forma crónica y suicida, voluntaria o involuntariamente, se vienen ignorando estas necesarias oxigenaciones de los ambientes académicos, que sin una profunda transformación de los contenidos, los portavoces docentes y las metodologías de enseñanza --a impartir en los centros educativos militares, desde la misma Escuela Superior de Guerra (ESG), donde supuestamente se investiga y donde debería prevalecer el ejercicio de libertades de pensamiento y cátedra, para abajo en la escala institucional docente (Colegios, Escuelas y Liceos)-- los denominados focos infecciosos se multiplicarán inexorablemente; y no habrá entonces entre los cuadros de oficiales actores que sean capaces y tengan la sincera voluntad de defender las instituciones democráticas. La actividad ministerial estará así condenada permanentemente a combatir la proliferación de los síntomas, sin jamás llegar a atacar sus verdaderas causas, que residen en las conciencias, en la formación, en los contenidos (que heredan la Doctrina de la Seguridad Nacional), y en las prácticas políticas y académicas, y no en la voluntad episódica y contingente de dichos cuadros de oficiales. En ese preciso sentido y concomitante con la necesaria oxigenación de las instituciones educativas, a tal extremo ha llegado en el actual gobierno argentino la indiferencia por la democratización de la ciencia, la investigación y la divulgación científica, que aún persiste en el CONICET la legislación electoral Menemista pergeñada por el ex Secretario de CyT Lic. Juan Carlos del Bello (Decreto 1661/96), donde no existe la representación de minorías y donde se consagra un sufragio calificado, corporativo, sectorizado y regionalizado; y al frente de la Secretaría respectiva se viene desempeñando un funcionario que fue durante dicha gestión Menemista el equivalente al Rector Shuberoff en la provincia de San Juan, el Ing. Tulio Del Bono. Asimismo, para dirigir el CONICET en el campo de las ciencias sociales, el actual gobierno confirmó --con la aquiescencia del Ministro Daniel Filmus-- a una afamada colaboracionista de la Dictadura del Proceso, la Prof. Noemí Girbal de Blacha. Dicha profesora tuvo durante el Proceso una activa vinculación con la Academia Nacional de la Historia, con la Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (FECIC), y con el Instituto Bibliográfico "Antonio Zinny" (IBIZI). Desde estas instituciones, que cultivan el género panegírico, se había organizado el Congreso que homenajeó el centenario de la Conquista del Desierto, celebrado en General Roca (Río Negro) en noviembre de 1979; y asimismo se programó a pedido del gobierno dictatorial una enseñanza sectaria y xenofóbica de la historia argentina (La Nación, mayo de 1980). Para dicha efeméride etnocida, se tejieron estrechos vínculos con la Escuela Superior de Guerra y con la dictadura del Proceso, al extremo de contar con la presencia del entonces Ministro del Interior Gral. Albano Harguindeguy, quien en aquella ocasión pronunció el discurso inaugural. Más aún, estos burócratas del área científica se han caracterizado por su esmero en controlar todas las expresiones de la investigación y perpetuarse en el poder monopolizando todos los cargos existentes (Comisiones Asesoras, Juntas Calificadoras), acogiéndose para ello a la legislación Menemista. Desde dichas esferas, estos funcionarios se han empeñado en perseguir, mediante postergaciones, rechazos de Informes y negación de ascensos, a todas aquellas voces críticas que pudieran promover la transdisciplinaridad de los conocimientos científicos, y cuestionar y poner al descubierto los antecedentes pretorianos de las Fuerzas Armadas, las acciones colaboracionistas con las dictaduras por parte de intelectuales mediocres y cortesanos, y la corrupción sistemática de los organismos de ciencia. Eduardo R. Saguier |
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