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El Imperio Estadounidense de las Bases.Anonyme, Mardi, Février 10, 2004 - 09:23 (Analyses | Democratie)
Chalmers Johnson
. Esta vasta red de bases estadounidenses establecidas en todos los continentes, con excepción de la región Antártica, constituyen en realidad una nueva modalidad de Imperio -un Imperio de bases con una geografía propia del que existen pocas probabilidades de que se enseñe en las clases de geografía en las escuelas de secundaria. Sin comprender las dimensiones de este cinturón de bases que rodean el globo, no se puede empezar a entender las dimensiones y naturaleza de nuestras aspiraciones imperiales o el grado en que el nuevo militarismo está minando nuestro orden constitucional. Znet A diferencia de otros pueblos, muchos estadounidenses no reconocen- o no quieren aceptar- que los Estados Unidos dominan al mundo por medio de su fuerza militar. Gracias al secretismo del gobierno, nuestros ciudadanos con frecuencia ignoran el hecho de que nuestras guarniciones rodean el planeta. Esta vasta red de bases estadounidenses establecidas en todos los continentes, con excepción de la región Antártica, constituyen en realidad una nueva modalidad de Imperio -un Imperio de bases con una geografía propia del que existen pocas probabilidades de que se enseñe en las clases de geografía en las escuelas de secundaria. Sin comprender las dimensiones de este cinturón de bases que rodean el globo, no se puede empezar a entender las dimensiones y naturaleza de nuestras aspiraciones imperiales o el grado en que el nuevo militarismo está minando nuestro orden constitucional. Nuestro ejército despliega más de medio millón de soldados, espías, técnicos, instructores, auxiliares y contratistas civiles en otros países. Para dominar los océanos y mares del mundo hemos puesto en funcionamiento aproximadamente trece destacamentos de fuerzas navales alrededor de portaaviones cuyos nombres resumen nuestra carrera marcial- Kitty Hawk, Constellation, Enterprise, John F. Kennedy, Numitz, Dwight D. Eisenhower, Carl Vinson, Theodore Roosvelt, Abraham Lincoln, George Washington, Harry S. Truman y Ronald Reagan. Operamos en numerosas bases secretas fuera de nuestro territorio para supervisar lo que las gentes del mundo- incluidos nuestros propios ciudadanos-, se dicen, se comunican por fax, o por correo electrónico unos a otros. Nuestras instalaciones en el exterior proporcionan beneficios a las industrias civiles que diseñan y fabrican armas para nuestros ejércitos o, como la ahora bien publicitada compañía Kellogg, Brown & Root, una filial de Halliburton Corporation de Houston, que ha obtenido un contrato de servicios para construir y mantener nuestros más lejanos puestos avanzados. Una de las tareas de tales contratistas es el mantener a los miembros uniformados del Imperio alojados en dependencias confortables, bien alimentados, entretenidos, y facilitarles agradables y económicas instalaciones de vacaciones. Sectores enteros de la economía estadounidense han llegado a depender del ejército para sus ventas. En vísperas de la segunda guerra contra Irak, por ejemplo, al mismo tiempo que el Departamento de Defensa hacía pedidos extra de misiles de crucero y de proyectiles de uranio enriquecido anti-tanques, compraba 273.000 envases de protector solar Native Tan, casi el triple de sus pedidos de 1999 y, sin duda, un buen negocio para el proveedor, la compañía Control Supply de Tulsa, Oklahoma, y de su subcontratista, Sun Fun Products de Daytona Beach, Florida. Al menos setecientas Bases en el Exterior. No resulta sencillo evaluar el tamaño y el valor de nuestro imperio de bases. Los informes oficiales sobre estos asuntos son engañosos, aunque instructivos. De acuerdo con el anuario del Departamento de Defensa "Base Structure Report" correspondiente al ejercicio de 2003, que detalla el patrimonio inmobiliario del ejército de EE.UU. en el interior y en el exterior, el Pentágono en la actualidad tiene en propiedad o en alquiler 702 bases en el exterior en cerca de 130 países y "TIENE" otras 6.000 en EE.UU y sus territorios. Los burócratas del Pentágono calculan que se necesitan por lo menos 113.200 millones de dólares para sustituir sólo las bases en el exterior- seguramente una estimación muy baja pero mucho más alta que el producto nacional bruto de muchos países-, y estiman en 591,519,8 millones la cantidad necesaria para reemplazarlas en su totalidad. El Alto Mando del ejército despliega en nuestras bases exteriores a unas 253.288 personas uniformadas, a las que hay que añadir un número similar de familiares y funcionarios civiles del departamento de Defensa; asimismo emplea además a 44.446 extranjeros locales contratados . El Pentágono afirma que en esas bases existen 44.870 cuarteles, hangares, hospitales y otros edificios de su propiedad y que tiene 4.844 más en arrendamiento. Estos números, aunque asombrosamente altos, ni tan siquiera se aproximan al total de bases que en realidad ocupamos en el mundo. El Informe de 2003 sobre las situación de las bases no menciona, por ejemplo, ninguna guarnición en Kosovo- incluso cuando allí se encuentra el enorme Camp Bondsteel, construido en 1999 y de cuyo mantenimiento se ocupa desde entonces Kellogg, Brown & Root. El Informe omite, también, las bases en Afganistán, Iraq, Israel, Kuwait, Kirgizistán, Qatar y Uzbekistán, aunque el ejército de EE.UU. ha instalado bases gigantescas a lo largo del llamado arco de inestabilidad en los dos años y medio desde el 11 de septiembre. En el caso de Okinawa, la isla más meridional de Japón- que ha sido desde hace 58 años una colonia estadounidense-, el informe, engañosamente, sólo reseña una base de la Marina, Camp Butler, cuando en realidad Okinawa acoge diez bases de destacamentos de marines, entre las que se encuentra la Marine Corps Air Station Futenma, que ocupa 1.186 acres en el centro de la segunda ciudad más importante de esa pequeña isla (el Central Park de Manhattan, en comparación, tiene una superficie de 843 acres). El Pentágono, de forma similar, oculta las instalaciones militares y de espionaje en el Reino Unido que cuestan 5.000 millones de dólares, y que desde hace mucho tiempo han sido convenientemente camufladas como bases de la Royal Air Force. Si se hiciera un recuento veraz, el tamaño de nuestro imperio militar, probablemente, alcanzaría las 1.000 bases en otros países, pero nadie- es muy posible que ni el propio Pentágono- conoce el número exacto con seguridad, aunque es claro que ha ido creciendo en los años recientes. Para sus ocupantes, no resultan lugares desagradables para vivir y trabajar. El servicio militar hoy que es voluntario, apenas tiene relación con las obligaciones de un soldado durante la II Guerra Mundial, o en las guerras de Corea o Vietnam. La mayoría de las tareas rutinarias como la lavandería, las cocinas militares, el correo, o la limpieza de las letrinas han sido subcontratadas a compañías privadas de servicios militares como Kellogg, Brown & Root, DynCorp, y la Vinnell Corporation. Una tercera parte de los fondos asignados recientemente para la guerra de Iraq (cerca de 30.000 millones de dólares), por ejemplo, ha ido a parar a manos de empresas privadas estadounidenses por la prestación de esos servicios. Se hace todo lo posible para hacerles la vida diaria semejante a la versión que da Hollywood de la existencia en casa. Según el Washington Post, en Fallujah, al oeste de Bagdad, camareros con camisa blanca, pantalones y pajarita negros, sirven las comidas a los oficiales de la 82 División Aerotransportada en su bien fortificado recinto, y el primer Burger King se ha emplazado ya en el interior de la enorme base militar que hemos instalado en el aeropuerto internacional de Bagdad. Algunas de esas bases son tan gigantescas que precisan de más de nueve carreteras interiores para los autobuses de los soldados y de los civiles contratados para desplazarse por el interior y sortear los arcenes de barro y las alambradas. Es el caso de Camp Anaconda, cuartel general de la 3ª Brigada de la 4ª División de Infantería, cuya misión es la de vigilar unas 1.500 millas cuadradas de Iraq al norte de Bagdad, desde Samarra hasta Taji. Anaconda ocupa 25 km.2 y al final acogerá a más de 20.000 soldados. A pesar de las enormes medidas de seguridad, la base ha sufrido frecuentes ataques de morteros, en particular el producido el 4 de julio de 2003, mientras Arnold Schwarzenegger conversaba con nuestros heridos en el hospital de la base. Los militares prefieren bases que recuerdan a las pequeñas ciudades fundamentalistas del Bible Belt [Estados protestantes ultra conservadores, N. del T.] en lugar de a las grandes ciudades de los Estados Unidos. Por ejemplo, aunque más de 100.000 mujeres viven en nuestras bases en el exterior- incluidas las mujeres que prestan servicio militar, las mujeres y familiares del personal militar-, el aborto en un hospital militar está prohibido. Aunque anualmente se producen unas 14.000 agresiones sexuales-o intentos- en el ejército, las mujeres que quedan embarazadas en el exterior y quieren abortar no tienen otra elección que recurrir a los servicios locales, lo que no resulta fácil ni agradable en Bagdad o en otros lugares de nuestro Imperio en la actualidad. Nuestros misioneros armados viven en un mundo cerrado, autosuficiente, que dispone de su propia línea aérea- la Air Mobility Command con su flota de gran autonomía de vuelo, compuesta de los C-17 Globemasters, los C-5 Galaxies, C-141 Starlifters, KC-135 Stratotamkers, KC-10 Extenders y C-9 Nightingales que enlazan nuestras más alejadas avanzadillas desde Groenlandia a Australia. Para los generales y almirantes, el ejército proporciona setenta y un Learjets, trece Gulfstream III, y diecisiete Cessna Citation jets de lujo para transportarles a lugares como el centro de vacaciones y esquí de las fuerzas armadas en Garmisch, en los Alpes bávaros o a cualquiera de los 241 campos de golf que el Pentágono ofrece en todo el mundo. El Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld vuela a todas parte en su propio Boeing 757, denominado C-32 en la Fuerza Aérea. Nuestra "huella" en el mundo De todas las metáforas faltas de sensibilidad pero gráficas que hemos incorporado a nuestro vocabulario, ninguna es comparable a "huella" para describir el impacto militar de nuestro Imperio. El presidente de la Junta de Personal, General Richard Myers, y miembros destacados del Subcomité de Construcciones Militares del Senado como Dianne Feinstein (Demócrata por California) son aparentemente incapaces de completar una frase sin usarla. Dejar una huella todavía más impresionante se ha convertido en parte de la nueva justificación para ampliar más nuestro Imperio -y la anunciada redistribución de nuestras bases y fuerzas en el exterior- aprovechando la estela de nuestra conquista de Iraq. La persona responsable de este proyecto es Andy Hoehn, subsecretario de Defensa para asuntos de estrategia. Él y sus colegas se supone que van a diseñar los planes para poner en marcha la estrategia bélica del presidente Bush contra los "estados canalla", "los tipos malvados" y los "hacedores del mal". Ellos han identificado algo que denominan "el arco de inestabilidad", es decir: el que va desde la región andina (léase: Colombia), atraviesa el Norte de
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