La historia de Rakan Nuseirat, que cumple hoy 13 años, una pequeña muestra del drama de palestina.

Cumple hoy 13 años.
Una edad que marca el fin de la infancia, el paso a la adolescencia.
Pero para Rakan Nuseirat no será así.
Es un niño palestino.
Los últimos trece meses de su vida los ha pasado en centros de detención israelíes, acusado de encubrimiento, de esconder la pistola reglamentaria de su padre, un policía de la autoridad palestina buscado por los servicios hebreos de seguridad acusado de participar en ataques contra las incursiones del ejército de ocupación israelí.
El 10 de noviembre fue condenado a seis meses de internamiento y a una multa inalcanzable para cualquier palestino: 1800 dólares.
El 19 de diciembre, Rakan, originario de la ciudad de Jericó, fue liberado gracias al recurso presentado por un abogado palestino del Ministerio de Prisioneros de la ANP, tras haber peregrinado, en condiciones infrahumanas según organizaciones de derechos humanos, por los tenebrosos centros de detención del estado judío: Atzion, Ofar, Oler y Telmond.
En algunos momentos, Rakan, no soportó las extremas condiciones en las prisiones e intentó suicidarse.
Tuvo tres intentos a lo largo de los últimos meses.
Hoy se encuentra en un centro para la protección de niños afectados por la larga guerra de ocupación, atendido por psiquiatras y a la espera de volver a una vida normal, si puede hablarse de algo así en la Palestina actual.
Rakan tuvo mucha suerte: 498 menores de edad palestinos se pudren en las mazmorras de Israel, de los cuales el 40% ha pasado por sesiones de tortura, que van desde la picana, submarino seco y húmedo, hasta estar largas temporadas bajo la inclemencia del frío, el sol y la lluvia.