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El gobierno “K” y el movimiento piquetero

Anonyme, Lundi, Décembre 22, 2003 - 10:36

Néstor Kohan

Argentina: A dos años del 20 de diciembre
Más allá de discursos, puestas en escena y piruetas

El fin de año se acerca. Una vez más. El eterno retorno, fastidioso y repetitivo. Aunque desde la TV y los palcos oficiales nos prometían que en Argentina todo iba a cambiar con la era "K" [la del presidente Néstor Kirchner], que se había dado una vuelta de página definitiva en su historia, que se iniciaba una nueva era donde el mesías de la casa Rosada partiría en dos la vieja y desgastada política del sistema, nuevamente nos encontramos con mucho calor, amenazas de represión, bolsillos flacos y los trabajadores en la calle. El voluntarismo discursivo del gobierno y sus aparatos de propaganda (oficial o para-oficial) no pueden evitar que en la calle argentina se vuelva a sentir y a palpar una sensación ya conocida.

Aunque desde las instituciones oficiales se hace lo imposible por seguir manteniendo el gesto y la puesta en escena "progresista", la cuerda se va tensando y, una vez más, tiende a romperse por lo más delgado. A la hora de optar entre el gran capital y la clase trabajadora el gobierno peronista de Kirchner vuelve a elegir lo que siempre eligieron las direcciones oficiales del peronismo histórico. A pesar de John William Cooke y Alicia Eguren, a pesar de Rodolfo Walsh y María Claudia Falcone [militantes de diversas expresiones del peronismo de izquierda y combativo, los tres últimos están desaparecidos], el recurrente "movimiento del péndulo" siempre tuvo sus mismas preferencias: después del Congreso de la Productividad de 1952, después de la heroica Resistencia del '55, después de la toma de fábricas del '64, después de la combatividad insurgente y del esperado regreso de 1973, el "péndulo" - léase el populismo burgués que se bambolea entre la izquierda y la derecha - se torció, invariablemente, para el mismo lado... ¿"El flaco" Kirchner (como lo llamó con simpatía cierta prensa condescendiente, nostálgica de 1973) iba a ser una excepción? Y una vez más, como ayer, como hoy y como siempre, a pesar de todas las ilusiones nostálgicas, a pesar de todos los suspiros y fantasías, a pesar de todas las ensoñaciones enamoradizas de la pequeñoburguesía eternamente despechada y "traicionada", los políticos burgueses terminan comportándose... como burgueses. ¡Las clases sociales suelen ser porfiadas...! ¡No entienden de "buenas intenciones"!.

Insistimos. ¿Por qué "el flaco K." iba a ser una excepción?

De la noche a la mañana, poniendo entre paréntesis los gestos "progres", seductores y simpaticones, el gobierno Kirchner hizo suyo el reclamo de la Unión Industrial Argentina, de la Sociedad Rural, de la Cámara de Comercio, de Mariano Grondona [periodista argentino de extrema derecha, vocero de varios golpes de Estado militares], de los grandes monopolios multimedios y de los ex presidentes Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde: "¡Hay que poner ORDEN!". "¡ Basta de cortes de ruta y de calles!

El ingreso de la Argentina a un ALCA "light y prolijo" necesita que las calles estén despejadas, limpias y transitables, que las cuentas fiscales cierren sin déficit, que la deuda externa continúe siendo pagada sin nuevas dilaciones y que las instituciones políticas del régimen (cámara de diputados, cámara de senadores, corte suprema, policía federal y bonaerense, gobernaciones provinciales, SIDE [servicios de inteligencia], Fuerzas Armadas, servicio penitenciario, etc.) funcionen "normalmente", sin sobresaltos. Con discurso "progre" o sin él, la misión estratégica que el capital transnacional y su socia más estrecha, la burguesía local, le asignaron al gobierno de Kirchner consiste en lograr el retorno a la "normalidad" del capitalismo argentino. En definitiva: reconstruir el consenso y la credibilidad para garantizar EL ORDEN. Es decir: la continuidad del capitalismo.

Como todavía no pudo disciplinar al conjunto de las organizaciones sociales y populares, Kirchner -que no se ha caracterizado precisamente por la timidez- fue más allá de lo que le reclamaba toda la "sociedad oficial" y el partido del ORDEN. Redobló la apuesta de las corporaciones patronales y de los dos ex presidentes. No sólo arremetió contra el movimiento piquetero combativo sino que además responsabilizó públicamente, en dos ocasiones, a la izquierda marxista de estar "infiltrando" a la clase trabajadora argentina en sus segmentos desocupados.

El viejo recurso maccartista de la denuncia contra "la infiltración marxista", contra los "bichos colorados" como denominaban los viejos burócratas sindicales Augusto Timoteo Vandor y José Ignacio Rucci a los dirigentes clasistas no es nueva en la historia argentina. Constituye un recurso gastado y sumamente transitado. Tal es así que hasta se han filmado películas y se han escrito novelas para retratar esa actitud tan cara al peronismo burgués (recordar el film de Raymundo Gleyzer "Los traidores" [1972-1973] y la novela homónima [1968] -aunque trataba de otro caso- del escritor José Murillo).

¿Esa acusación fue solo un exabrupto? ¿Fue producto de una "calentura" [un momento de ofuscación pasajero] como lo describieron periodistas afines al gobierno, intentando limar asperezas? Sospechamos que no.

Tampoco fue casual que ayer, 20 de diciembre, en el acto más numeroso de todos los que se organizaron para recordar la jornada heroica de hace dos años -el que agrupó a varias decenas de miles de trabajadores y trabajadoras junto con la mayor parte de las organizaciones sociales y políticas marxistas-, estallara una bomba en medio de la multitud, provocando 25 heridos...

En la Argentina, cuando se nos amenaza de represión, no hay vuelta, hay represión. La historia nos demuestra que es así.

En un artículo titulado "Del argentinazo a Néstor Kirchner. ¿Recomposición de la hegemonía burguesa en la Argentina? (publicado en REBELIÓN el 30 de mayo del 2003) sosteníamos la siguiente hipótesis: "La asunción de Néstor Kirchner expresa una parcial recomposición de la hegemonía burguesa en la Argentina. Sumamente frágil y precaria, pero recomposición al fin de cuentas.[...] De eso, precisamente, se trata. No de la adhesión, rechazo, simpatía o antipatía, o cualquier otro estado de ánimo pasajero para con un mandatario (sea Duhalde o Kirchner) sino de la crisis orgánica de las instituciones políticas argentinas y su "gobernabilidad". Lo que está en juego es la crisis de la hegemonía burguesa y su eventual recuperación".

Medio año después de aquel artículo, y con todo lo que sucedió en el medio durante estos meses, creemos que ese diagnóstico no estaba errado. Aunque evidentemente Kirchner no es lo mismo que Menem, este gobierno no es "nuestro" gobierno. No tenemos esperanzas en él, no tenemos expectativas. No es una cuestión de piel, ni de simpatías superficiales o antipatías efímeras. Se nos impone analizar este gobierno -y todos los gobiernos- desde un punto de vista de clase.

Desde nuestra perspectiva, este gobierno es la respuesta que la burguesía argentina (no un individuo ni un partido político particular, sino las fracciones hegemónicas del conjunto de la burguesía argentina) encontró a mano para frenar la rebeldía y encauzar institucionalmente la indisciplina social que desembocó en y que generó el 19 y 20 de diciembre de 2001. Dos años después de aquellas heroicas y memorables jornadas populares, el gobierno deja en suspenso su coqueteo "progre" y vuelve a insistir con esa necesidad de encauzar el descontento, canalizar la protesta y relegitimar las instituciones del régimen de dominación capitalista.

De la mano de Kirchner, la burguesía argentina intenta recomponer su hegemonía política. Se intenta volver a legitimar las instituciones del sistema capitalista, fuertemente devaluadas y desprestigiadas en una crisis de representación política que hacía años no vivía nuestro país.

Como parte de ese intento de recomposición, el gobierno intentó e intenta, desde el primer día que asumió, dividir al movimiento popular, a sus organizaciones de base, a los movimientos de protesta. Esa es su estrategia. Así lo reconoce públicamente el diario CLAR

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