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Arrancando el velo a la urbanidad israeli (Tearing the Veil From Israel’s Civility)

Anonyme, Lunes, Septiembre 19, 2011 - 18:12

William Cook

ARRANCANDO EL VELO A LA URBANIDAD ISRAELI

(Al descubierto la verdadera naturaleza del enfermizo racismo que permea el judaismo sionista)

The Wandering Who de Gilad Atzmon

William A. Cook
CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La percepción de Gilad Atzmon del organismo creado por el movimiento sionista en su libro The Wandering Who [El quién errante], es explosiva: desgarra el velo de la aparente urbanidad de Israel, su aparente amistad con EE.UU. y la declaración de su desvelo por las potencias occidentales –Gran Bretaña, Canadá, Australia, Francia y Alemania– sacando a la luz, detrás del velo, al asesino dispuesto a quitar la vida a cualquiera que interfiera con sus objetivos tribalmente enfocados. En febrero de este año, Atzmon caracterizó al Islam y al judaísmo como sistemas de creencia tribalmente orientados, arraigados no en el “individualismo ilustrado”, sino más bien en “…la supervivencia de la familia ampliada”. Estos sistemas de creencias no tienen nada que ver con libertades o derechos personales; tienen que ver con asegurar el dominio de sus respectivos “modos de vida”. Pero a diferencia del tribalismo del Islam, el tribalismo en el judaísmo “nunca puede vivir en paz con el humanismo y el universalismo” (4). “Ambas religiones representan sistemas que suministran respuestas exhaustivas en términos de asuntos espirituales, civiles, culturales y de la vida de todos los días”. Al respecto, “…tanto el Islam como el judaísmo son más que solo religiones: transmiten todo un ‘modo de vida’, y…

The Wandering Who es un viaje personal de un hombre nacido en Jerusalén, criado en el ‘modo de vida’ judío, imbuido de los mitos de la fundación del Estado judío: “fraguaron la supremacía en nuestras almas, vimos el mundo a través de binoculares racistas, chovinistas. Y tampoco sentimos vergüenza alguna al respecto” (5). Alistado en el ejército israelí durante los años ochenta, sirvió en el Líbano y, hacia el fin de su adolescencia, vivió una epifanía causada en buena medida por la escucha cuidadosa de voces de afuera del muro que lo rodeaba en el gueto que es el Estado israelí. Esta epifanía impuso una distinción entre identidad e identificación, entre seguridad en sí mismo y el servicio obediente a una ideología, una distinción que reconocía a los judíos como un pueblo, al judaísmo como religión y a la judeidad como una ideología que determina la política de identidad y el discurso político resultante.

¿Qué, entonces, caracteriza a un judío? Atzmon distingue entre los que siguen la religión judaica; los que se consideran seres humanos de origen judío y los que colocan su judeidad por encima de todos los demás rasgos. Chaim Weizman, el primer presidente israelí, y sionista, identificó el hecho de ser judío como una ‘cualidad de primer orden’ por encima de la ciudadanía, la ocupación, ser jefe de familia; por cierto “la judeidad se convierte en el elemento clave y la característica fundamental del ser”. Vladimir Jabotinsky escribió “…el núcleo de su estructura espiritual siempre seguirá siendo judío porque su sangre, su cuerpo, su tipo físico racial son judíos” (“Carta sobre la Autonomía,” 1904). Atzmon identifica este principio como corrosivo, no solo para el judaísmo, sino para la seguridad y protección del pueblo judío, sus amigos y sus vecinos. “…es probable que en ese preciso momento abandoné la cualidad de ser elegido para convertirme en un ser humano común” (6). “Para mí, ser judío es, sobre todo, preocuparme por la superación de la injusticia y estar sediento de justicia en el mundo, y eso significa ser respetuoso hacia otros pueblos no importa cuál sea su nacionalidad o religión, y sentir empatía ante el sufrimiento humano sea quien sea y dondequiera que se encuentre la victimización” (On Jewish Identity 15/1/2011).

Significativamente, Atzmon pasa al antiguo cuento del judío errante para recoger las complejidades inherentes en las contradicciones que asedian al judaísmo en el mundo actual: tribalismo contra-universalismo, sentirse elegido contra la igualdad democrática, el gobierno en desafío del derecho contra naciones regidas por el derecho, el control del gobierno por la ideología controlada por sionistas contra la sensibilidad ante la voz de la ciudadanía, y moralidad tribal en la cual dicha moral se fabrica con fines políticos utilitarios contra los derechos inalienables de todos, otorgados por la naturaleza.

El valor primordialmente simbólico de la leyenda reside en su identificación de ‘alteridad’, el concepto singular de ‘ser elegido’, que separa a los judíos del resto de la humanidad, lo que resulta en un aislamiento ideológico y psicológico que se convierte en un instrumento estratégico utilizado por los sionistas y los neoconservadores para manipular al pueblo judío y formar el Estado judío. La “cualidad primordial” de la judeidad de Jabotinsky y Weizmann impide la asimilación, obligando así al judío a seguir siendo siempre un forastero dondequiera él o ella resida. La identificación personal puede existir solo en la tribu, un compromiso virtual y absoluto con la judeidad, posibilitando el uso de judíos en todo el mundo como “sayanims” (colaboradores) para favorecer los objetivos del Estado judío (17). “El sayan es una persona que traicionaría a la nación de la cual es ciudadano por devoción a una noción de hermandad gregaria” (17).

Hay miles de sayanim en todo el mundo. Solo en Londres, hay unos 2.000 activos, y otros 5.000 en la lista. Cumplen muchos roles diferentes. Un sayan con coches… que dirija una agencia de alquiler, podría ayudar al Mossad a alquilar un coche sin tener que llenar la documentación usual… un sayan bancario puede obtener el dinero necesario en medio de la noche, un sayan doctor puede tratar una herida de bala sin informar a la policía… La idea es tener un conjunto de personas disponibles cuando sean necesirias que puedan suministrar servicios pero guardar silencio al respecto, por lealtad a la causa (17).

“Desde el punto de vista sionista la judeidad es una operación de red internacional… ser judío es un profundo compromiso que va mucho más allá de todo orden legal o moral” (19). Atzmon identifica un organismo en función, controlado por la ideología sionista y sayanim neoconservadores en EE.UU., que ha acoplado los intereses israelíes a los de EE.UU. utilizando un documento titulado Informe de Guía de Planificación de la Defensa de EE.UU. para los años fiscales 1994-1999. “En Medio Oriente y el Golfo Pérsico, queremos fomentar la estabilidad regional, impedir la agresión contra nuestros amigos e intereses en la región, proteger a nacionales y propiedades estadounidenses, y salvaguardar nuestro acceso a las vías aéreas y marítimas y al petróleo de la región. EE.UU. está comprometido con la seguridad de Israel y el mantenimiento de la ventaja cualitativa que es crítica para la seguridad de Israel.” (22) Esta estrategia manipuladora “transformó el modo tribal judío en un sistema de funcionamiento colectivo”. También transformó “los ejércitos estadounidense y británicos en una fuerza de misión sionista” ya que Israel y los neoconservadores manipularon a los gobiernos del Reino Unido y de EE.UU. para que atacaran e enemigos de Israel en Iraq mientras imponían sanciones a Siria y defendían su ocupación y opresión de los palestinos y su destrucción injustificable del Líbano en 2006 y de Gaza en 2008-2009.

Atzmon ilumina el alma interna, o más correctamente, su carencia, del Estado israelí que se ha desarrollado del sionismo de los comienzos a una fusión políticamente astuta del antiguo judaísmo con propósitos seculares para lograr sus objetivos. Es en este sentido el nieto abortado de Leo Strauss, profesor y maestro de Paul Wolfowitz y de los neoconservadores que se aglomeraron alrededor de su altar determinista –Richard Perle (ex presidente del Consejo de Política de la Defensa), William Kristol (editor jefe del Weekly Standard), Gary Schmitt (presidente y director del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense), Stephen Campone (subsecretario de Defensa para Inteligencia bajo Rumsfeld), Abram Shulsky (amigo de Perle y jefe de la unidad de especial de inteligencia de Rumsfeld, caracterizada a veces como la “Unidad de Planificación Especiosa”), Dick Cheney y Donald Rumsfeld que están conectados a través del PNAC (Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense)– todos ellos “dirigentes” que por cierto aceptaban sin discusión un tipo de determinismo que controla la vida humana, en la que algunos nacen para dirigir y la vasta mayoría para obedecer.

Yo había rastreado la emergencia de este culto que llegó al poder en un artículo publicado en 2003: “Enajenación moral: la cábala que corrompe”, y presento dos párrafos que capturan las consecuencias de este engaño.

Desde que Strauss enseñó que el determinismo de la naturaleza lanzó a los “pocos sabios” a posiciones de liderazgo sobre los “muchos del vulgo”, y ya que la virtud es definida por la élite que gobierna, y ya que la moralidad no existe, y ya que la justicia es simplemente el interés del más fuerte, y ya que el gobierno del sabio es absoluto, autoritario e incuestionable, y ya que la religión “es el cemento que une a la sociedad”, el uso de la religión con fines políticos, como la mentira, el engaño, el secreto, y la intimidación, es un bien necesario para lograr los objetivos determinados del gobierno. La manipulación de las “masas del vulgo” se convierte en un fin en sí y la distorsión de palabras y conceptos se convierte en el medio para lograr ese fin…

Solo un cultista straussiano tendría la arrogancia de crear una Política Nacional e Internacional por cuenta de 300 millones de personas cuando no representaba a ninguna. Dos años después, un año después del 11-S, ese informe se convirtió en “El Informe de Estrategia de la Seguridad Nacional de EE.UU.”, un documento que detalla como actuará EE.UU., nacional e internacionalmente, durante el segundo mandato de Bush. Sobra decir que pocos estadounidenses llegaron a ver alguna vez los detalles de este informe antes de que se convirtiera en política, no el ciudadano estadounidense promedio ni sus representantes en el Congreso o el Senado. Sin embargo, somos los que debemos pagar por los planes presentados por esos hombres, ser las víctimas de la crítica del mundo mientras realizan sus designios y ser objeto de sus restricciones a las libertades civiles, impuestas por este régimen como “medidas de seguridad”.

El análisis de Atzmon revela estrategias utilizadas por los sionistas para controlar a su población: “Algunos políticos marginales tratan de “avergonzar” a sus hermanas y hermanos integrados. Esto sirve dos propósitos. Primero, envía un claro mensaje de que la verdadera asimilación es imposible… Segundo, empuja al asimilado hacia la colaboración con su antiguo clan. ‘No escaparás jamás de ser quien eres de modo que más vale que te enorgullezcas de serlo’”. (34). Pero no se detiene ahí. Los lobbies sionistas dicen al judío asimilado: “Nunca escaparás de ser lo que eres de modo que más vale que te enorgullezcas de serlo y trabajes con nosotros”. Por cierto, esta aseveración en sí debilita un fundamento moral ya que obliga al judío estadounidense a sucumbir a esa “cualidad primordial” de la judeidad por sobre la lealtad a su nación. “Primero son judíos y solo después son humanistas” (35)

El sionismo, como señala Atzmon, ha utilizado el ‘separatismo’ judío y la resultante ‘inseguridad en las relaciones con sus semejantes’ para imponer obediencia y compromiso. Esta táctica ha sido característica del poder sionista desde el período del Mandato. En la “Introducción a la condición difícil de los palestinos”, presenté la evidencia de una coerción semejante de los documentos clasificados de la Policía del Mandato Británico, sobre todo el Juramento de la Haganá que imponía la lealtad al Alto Comando Sionista:

El Juramento de la Haganá va más allá del miedo. En efecto, declara que un individuo ha entregado su conciencia al Alto Comando aceptando así que lo que está bien y lo que está mal es determinado por esa autoridad, haciendo caso omiso del derecho local, estatal o internacional, por cierto, haciendo caso omiso de la moral, los valores y tradiciones de judaísmo. Este compromiso es eterno, hasta la muerte.

Desde el momento en que un individuo presta el juramento, está comprometido a una vida de secreto y por ello de deslealtad y traición hacia aquellos con los cuales es más íntimo en su vida de todos los días. Ni sus acciones ni su verdadera identidad son discernibles para aquellos con los que interactúa regularmente. Es una vida que encapsula la necesidad de mentiras, engaño, coerción, extorsión, y obediencia a un grupo que dicta las acciones que uno debe emprender; la libertad ya no existe, la independencia ya no existe, la lealtad a otros ya no existe, por cierto, la amistad con otros está comprometida o es imposible, uno se convierte en el sujeto de ese grupo, un verdadero esclavo de sus deseos y voluntad. El modo de pensar que promueve un control semejante incluye el espionaje, el engaño de amigos, el ostracismo de la propia comunidad por pensar de modo diferente, el encarcelamiento sin debido proceso, la tortura, incluso las ejecuciones extrajudiciales. Es un compromiso total con una causa que invalida todas las demás, determinada y dictada por una oligarquía en silencio y no sometida a ninguna institución legítima y a nadie. (xxvi)

Atzmon entra en detalles sobre su argumento de que los sionistas manipulan internacionalmente en su beneficio el separatismo judío inculcando un mito de persecución persistente contra judíos como evidencia de su necesidad de apoyar el proyecto israelí, un esfuerzo virtual por construir un gueto, y que lleva a una forma de "Síndrome de Estrés Pre-Traumático" inducido por una continua grandiosa narrativa de la victimización israelí causada por el Holocausto: ser lanzados al mar, ser borrados del mapa, ser deslegitimizados; todo augura el desastre inminente que espera al Estado judío.

Una percepción semejante obliga al judío de la Diáspora a enfrentar la importancia de la promesa y de la culminación del sueño sionista, el retorno a Sión. “Al unir el continuo de Eretz Yisrael [Tierra de Israel] y la Diáspora, el colono reemplaza la ‘negación de la Diáspora’ con una ‘negación del Goyim [no judío]’ (un retorno a la condición judía pre-sionista).” Esto detiene efectivamente la posibilidad de asimilación judía y promueve un retorno a la peculiaridad tribal, aunque con intereses políticos y globales. Simultáneamente, “deja en el limbo al judío de la Diáspora. Él o ella no está asimilado a su entorno social ni está establecido en un Estado judío” (43). Por lo tanto hay que entender el rechazo del llamado sionista como un acto de traición o una forma de auto-odio. Por desgracia, es sin embargo reflexivo de la naturaleza simbólica de la leyenda del Judío Errante: “…subraya la naturaleza racista y expansionista judeo-céntrica del Estado judío… y el judío o la judía de la Diáspora se encuentra intrínsecamente asociado con una ideología intolerante, etnocéntrica, y una interminable lista de crímenes contra la humanidad” (43).

Ser elegido determina su propio fin. Lo que cree el Elegido a través de los libros que le dan ese estatus singular debe de ser verdad. Ya que las palabras utilizadas no son las suyas, sino las palabras de su D**s, es inmune a las limitaciones del lenguaje (32). Los Elegidos solo tienen que responder ante sí mismos para hallar su identidad, pero en su afiliación con su grupo, no con la humanidad en general. Atzmon señala que el entendimiento religioso de la condición de Elegido lleva consigo un peso moral de “ser un modelo ejemplar de conducta ética”, pero en la mente sionista eso ha sido “reducido a un chovinismo burdo, etnocéntrico, basado en la sangre”… una especie de “supremacía tribal, en la cual, 'ámate a ti mismo tanto como odias a otros’ se convierte en realidad pragmática” (86). En consecuencia, “Esta forma de supremacía es de importancia capital en la reivindicación de Palestina por los sionistas, a costa de sus habitantes indígenas” (87). La justicia no se tiene en cuenta.

Tal vez la corrupción más insidiosa impuesta al pueblo judío y a su religión por los sionistas que recibieron el control del nuevo Estado de Israel fue la manipulación del Holocausto para convertirlo en una religión y una industria. Norman Finkelstein cubre la creación de la industria. Atzmon, con la ayuda del profesor Yeshayahu Leibowitz, un filósofo nacido en Letonia, de la Universidad Hebrea, y Adi Ophir, un filósofo israelí y profesor asociado en el Instituto Cohn de Historia y Filosofía de la Ciencia e Ideas en la Universidad Tel Aviv, se enfrentan a la descripción y las consecuencias de la transformación del Holocausto en una religión. Leibowitz, según Avnery (19.3.05, ¿Celebra qué? ¿Celebra cómo?), señaló que “La religión judía murió hace 200 años. No hay nada ahora que una a los judíos de todo el mundo aparte del holocausto.” Atzmon sugiere que Leibowitz podría haber sido el primero en reconocer que el Holocausto se había convertido en una religión con sacerdotes, profetas, mandamientos y dogmas, rituales y templos.

La religión del Holocausto es, evidentemente, judeo-céntrica hasta la médula. Define la razón de ser judía. Para los judíos sionistas, significa una fatiga total de la Diáspora, y considera al goy [no judío] un potencial asesino irracional. La nueva religión judía predica la venganza. Podría ser la religión más siniestra conocida por el hombre, porque en nombre del sufrimiento judío, emite licencias para matar, aplastar, atacar con bombas nucleares, aniquilar, saquear, realizar limpieza étnica. Ha convertido la venganza en un valor occidental aceptable (127).

Volvamos al judío errante de la leyenda. En 1848, Nathaniel Hawthorne escribió “La colección de un virtuoso”, un cuento exótico de lo extraño y fantástico que abarca la leyenda en el personaje del Virtuoso.

Hawthorne utiliza la leyenda para capturar el misterio de la conducta que ha perseguido a los escritores durante siglos, un misterio que todavía confunde a nuestros científicos en busca de una explicación de acciones que parecen carentes de “simpatías naturales”, acciones que no evocan una reacción ante el sufrimiento humano, emocional o psicológico, al dolor físico y la angustia, a la pérdida de seres queridos, un niño, un hijo o hija, un padre o una madre, acciones infligidas sin motivo aparente, donde la culpa todavía no ha sido determinada o la compasión considerada. La leyenda captura al hombre que presencia el sufrimiento del inocente, a Cristo portando Su cruz aunque no es culpable de nada sino del espíritu de compasión humana por sus hermanos y hermanas, el sacrificio de la expiación, y sin embargo se burla del inocente para que “vaya más rápido”, porque el Errante “está vinculado a las realidades esta Tierra… a lo que puedo ver, y tocar, y comprender, y no pido nada más”. Nada puede estar en su camino mientras se apresura por la vida adquiriendo todo lo que este mundo puede ofrecer, y a cualquier precio, no importa cuál sea su impacto sobre otros. “El alma está muerta en su interior”, proclama Hawthorne, la simpatía natural por sus prójimos no existe.

Hawthorne enfrentó esta imagen del alma perdida, separada de las raíces que llevan todos en el concepto de humanidad, donde cada cual es un hermano o una hermana de otro y de todos; donde las enseñanzas de las fes que sustentan a la humanidad en todo el globo encuentran en el amor y la compasión la fuerza vital fundamental que une todo y da sentido a todo; donde la piedad y la bondad sirven para curar y hacer progresar el bien público; donde la isla que es este planeta une a toda la humanidad en lazos de vínculos necesarios e interminables si ha de haber un futuro para nuestros hijos; es la fuente del espíritu humano que emana de un alma universal que es la experiencia común de todos que debe resistir el sufrimiento y dolor que es esta vida difundida y hecha soportable por los manantiales del amor que alegran al mundo. Es un concepto que requiere que todos, compartiendo todas las cosas, que cada uno pueda sobrevivir a pesar de los estragos del tiempo y de las circunstancias. Es la esencia de todas las fes que creen genuinamente en el espíritu humano y en las incertidumbres que controlan nuestras vidas. Encuentra repugnante, como consecuencia, a aquellos que tratan de destruir la unidad del espíritu que une a todos a favor de la ventaja personal, buscada en adquisiciones posibilitadas en este mundo, sin que importen los estragos provocados para lograr sus objetivos.

La imagen del Judío Errante refleja a esa persona que abandona a sus prójimos en busca de ventaja personal, quien renuncia al amor humano y a la compasión por los artefactos de este mundo obtenidos a cualquier coste, satisfecha con la adquisición de riqueza, de posición, de poder, incluso cuando se logran a través de la devastación y la muerte, ya que en última instancia solo él existe y todos los caminos hacia sus objetivos han sido despejados. Todos los seres humanos son prescindibles y son, por lo tanto, por definición inferiores al hombre libre de limitaciones morales o espirituales.

El Judío Errante es por lo tanto, como metáfora, otra interpretación de la historia de Caín, que mató su hermano, acto por el cual fue maldito por Dios Todopoderoso para que deambulara por la tierra como fugitivo… El Judío Errante, como Caín, es cualquiera (William A. Cook, “The Eternal Jew Goes on Forever,” 24/8/2009).

Gilad Atzmon nos lleva a este entendimiento como se aplica en nuestros días; es nuestro Hawthorne quien viaja por nuestros tiempos para iluminar las consecuencias de acciones que niegan, ciertamente, que desafían, la unidad de la humanidad para beneficiar a los pocos a costa de los muchos. Escribe una explicación crítica y devastadora de la judeidad tal como ha sido manipulada para controlar al pueblo judío e imponer la voluntad de los dictadores sionistas en Israel y en EE.UU. sobre el pueblo estadounidense mediante el control del Congreso de EE.UU. Desenreda las sutilezas que ponen un velo sobre la arrogancia, el engaño, y la hipocresía de los que están en el poder, por qué ellos están tan comprometidos con el terrorismo y la fuerza, revelando al hacerlo el horror de su traición y la futilidad de sus palabras.

Abarca la descripción de Hawthorne del Virtuoso, del Judío Errante, ya que captura apropiadamente la forma de pensar de los que imponen una dirección determinista y amoral a los eventos políticos en las Naciones Unidas y en EE.UU., “…había una amargura indefinidamente mezclada en su tono, como si estuviera amputada de simpatías naturales, y maldita por un destino funesto que no había sido infligido a ningún otro ser humano, por cuyos resultados había dejado de ser humano. Sin embargo… parecía ser una de las más terribles consecuencias de ese funesto destino, que la víctima ya no lo consideraba como una calamidad, sino que lo había aceptado finalmente como el mayor bien que podría haberle acontecido.”

Esa disposición de ánimo no acepta culpa porque ha rechazado la conciencia como base de las acciones en lugar de la seguridad tribal; solo la tribu determina el derecho: el individualismo, los derechos naturales, la confianza en sí mismo, la responsabilidad en una democracia ya no existen. Esta forma de pensar, agrupada en una concentración tribal del poder, en función, global, se concentra en una voz, la de ellos. Niega la democracia, pero se llama democrática; habla de universalismo pero solo se protege a sí misma; proclama la hermandad con naciones que existen por el vigor de la ley incluso cuando desafía a todas las leyes fuera de la suya; se presenta como una nación imbuida de la moral justa de tiempos antiguos pero establece políticas que son de apartheid en su carácter.

No defender ese estado de ánimo es condenarse a sí mismo y a la judeidad que les da una identidad. Es en efecto una tortura auto-infligida; una identidad increíblemente poderosa, fabricada de historias antiguas, que otorga al más ordinario de ellos superioridad sobre otros que deben ser denigrados e incluso destruidos. Es un carácter tribal, protección del grupo a todo precio o perderse en las multitudes con las cuales uno debe vivir. Tuvo un lugar en tiempos antiguos, pero no puede existir en un mundo en el cual 192 naciones comparten convenios entre ellas basadas en la igualdad, el respeto y la dignidad humana.

Para aferrarse a sus creencias tienen que negar la similitud y la equidad, así como la justicia y la libertad para todos. En vista del poder que poseen y el dinero que utilizan para controlar el Congreso de EE.UU. y el Parlamento británico, y ejercer controles similares en Canadá, Australia, Francia y Alemania; como demuestra gráficamente Atzmon, el peligro de que unos pocos de la élite dominen la dirección de la política internacional amenaza la seguridad internacional y la búsqueda de paz.

El judío del Siglo XXI, como Jeremías antaño, vaga por el mundo advirtiendo de una inminente catástrofe bajo la máscara de urbanidad que es el Estado israelí. El mundo encuentra a esta nación en las salas de las Naciones Unidas a través de sus representantes en trajes oscuros de rayas diplomáticas quienes hablan fluidamente e incluso elocuentemente de derechos, de democracia, de justicia, de autodefensa, y del terrorismo que amenaza al mundo civilizado. Sin embargo tras esa máscara de urbanidad reside una nación y sus beligerantes dirigentes fascistas cuyo único propósito es controlar precisamente a esas organizaciones establecidas a fin de llevar la equidad y la justicia para todos. Su propósito: ganar tiempo para lograr su objetivo, la creación de Eretz Israel mediante la continua limpieza étnica del pueblo indígena. Gilad Atzmon teme este fin para los judíos y desafía a los sionistas que lo predican. The Wandering Who proclama la alternativa: somos el Hombre Común, uno en alma, uno en compasión, uno en respeto y dignidad para toda la humanidad.

William A. Cook es profesor de inglés en la Universidad de La Verne en el sur de California y autor de Tracking Deception: Bush Mid-East Policy, The Rape of Palestine, The Chronicles of Nefaria, y de The Plight of the Palestinians publicado hace un año. Para contactos: wco...@laverne.edu o a través de su sitio en la web www.drwilliamacook.com.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2011/09/16/tearing-the-veil-from-israels-civ...

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